Iñaki Zaragüeta
Ante su Gólgota
El presidente de Extremadura, José Antonio Monago, demostró ayer su torpeza y protagonizó un desprecio total a las reclamaciones de la sociedad. El intento de justificación de su mal uso del dinero público resultó patético. No quiere darse cuenta de que ha sido pillado y, en los tiempos que corren, debe pagar por ello. Además de abonar los 32 viajes a Tenerife, 16 ida y vuelta, está obligado a irse a casa para no perjudicar más a su partido ni mancillar más a la clase política. Las explicaciones ofrecidas ayer no convencieron ni a sus más leales. Nadie puede creerse, por más esfuerzos que haya hecho su grupo parlamentario en el Senado, que sus «escapadas amorosas» a la isla maravillosa respondieran a obligaciones representativas cuando las Islas Afortunadas tienen sus senadores y diputados propios.
Es verdad que los usos y costumbres de otro tiempo no tenían las repercusiones de hoy, pero la crisis económica y la aparición de fuerzas como Podemos exigen reacciones automáticas inusuales para los cargos públicos. Como ya he expresado alguna vez, las cosas son como son, no como queremos que sean. Las palabras sirven de poco, convencen los hechos.
Mi amigo Rogelio me argumentó a favor de Monago sus obligaciones como senador y sus excelencias políticas de haber logrado para el PP el territorio socialista de Extremadura. Es cierto, pero Shakespeare llegó a decir «el pasado es el prólogo», lo que significa que no se puede huir de él.
Desconozco la propuesta de medidas contra la corrupción que Rajoy anunciará el próximo 27, pero acertará si van encaminadas a satisfacer las demandas ciudadanas, que reclaman actuaciones contra hechos como el que nos ocupa. Así es la vida.
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