Marina Castaño

Antisensual

La Razón
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Hay que tener mucho talento para sacarse de la manga un programa como «Splash». Porque, oigan, concursos de cantantes, de bailones o de chistes se le ocurren a cualquiera, pero ¿de saltos de trampolín y con gentes pintorescas? Y hasta ahí quería yo llegar, o sea, al pintoresquismo de las gentes. Ellos, marcando paquete; ellas posando como peripatéticas de la Casa de Campo de Madrid. Y luego está el neutro, que es ese/a muchacho/a gordito/a que lleva traje de baño años veinte, diseñado por él, según he podido saber. Pero vamos a lo de ellas y ellos, los que pretenden despertar el deseo de quien los mira haciendo evidente el bulto púbico dando a entender unos atributos voluminosos, y las que con sus posturitas y triquinis no provocan más que el repelús. Bueno, no todas, hay una morenita que ha sido o es presentadora de televisión que es discreta y natural, pero alguna rubia oxigenada, con voracidad de fama, debería ensayar ante el espejo la forma de posar para no provocar sensaciones de rechazo. Se entiende como una ordinariez el poner cara de orgasmo o actitudes corporales de incitación al sexo, en plan Sarita Montiel. Creo que tengo trauma infantil después de ver, cuando era niña, la película «11 camas para una noche» o algo así, porque nunca se me han olvidado aquellos gestos. Como también son un espanto los escotes exagerados con pechos grandes, o la abertura del vestido hasta la ingle en plan Angelina Jolie o el marcado pandero de Jennifer López, por mucho que les chifle a los hombres y que lo tenga asegurado en varios millones de dólares. Las mujeres provocativas son lo peor. La palabra «provocativa» también es lo peor. Es... antisensual.