César Vidal
Arafat y sus circunstancias
Estos días ha sido el décimo aniversario de la muerte de Yasir Arafat y, de manera bien reveladora, las menciones han sido escasas internacionalmente y casi nulas en Gaza y Cisjordania. Para aquellos que crecimos en medio de imágenes como la del Che o Arafat no deja de ser significativa esa actitud. Significativa, pero no extraña. Arafat obtuvo no pocos logros a lo largo de su carrera. Guerrillero trasmutado en terrorista –la línea que separa en ocasiones ambas circunstancias no siempre resulta clara– Arafat reconoció el derecho de Israel a existir y logró que la idea de una Autoridad Nacional Palestina terminara imponiéndose a pesar de la hostilidad de jordanos e israelíes. Ahora sabemos que no fue mérito suyo sino de las circunstancias. Unos Estados Unidos empeñados en derrotar a la URSS fueron los que abrieron a Arafat la puerta del club de los aceptables internacionalmente. De él esperaban que fuera descolgando de la alianza con los soviéticos a naciones de la zona como Egipto o Siria, que redujera la presión existente contra Hussein de Jordania y que incluso estabilizara el Líbano. Los políticos israelíes –nada entusiasmados con la idea de retirarse a las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días– no creían que Arafat pudiera conformarse con un pedazo de tierra sometido a la fiscalización de Israel y Jordania. Pero, efectivamente, así fue. De hecho, Madrid y Oslo llevaron a Israel a firmar lo que había combatido en los inicios de la aceptación internacional de Arafat. No fue un éxito real de Arafat ni tampoco un giro de la política de Israel. Se trató del contexto. Quizá si la URSS hubiera aguantado en pie una década más, Arafat hubiera logrado incluso contemplar el nacimiento de un estado palestino. No fue así. El imperio soviético se colapsó y Arafat dejó de ser útil. De hecho, en Camp David se le ofrecieron a la firma unos acuerdos que resultaban inaceptables en la medida en que, por citar algún ejemplo, pretendían prolongar en el futuro estado palestino los asentamientos israelíes protegidos por el ejército israelí que controlaría vías de comunicación específicas convirtiendo a las poblaciones palestinas en islotes aislados por la presencia extranjera. El cambio del trasfondo internacional y la corrupción extraordinaria de la Autoridad Nacional Palestina lo convirtieron en un personaje al que miraban los palestinos con creciente distanciamiento. El contexto era muy diferente con Estados Unidos aspirando a la hegemonía monopolar. Ahora sobre él se tiende un tupido velo. Cuestión de circunstancias.
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