César Vidal
Argumentario y argumentario
Hace ya algún tiempo tuve acceso al argumentario del Ministerio de Exteriores relacionado con los intentos independentistas del nacionalismo catalán. En su conjunto, se trataba de un trabajo sólido y extenso que pulverizaba el Himalaya de mentiras que la Generalidad de Cataluña viene vomitando desde hace décadas. Elegante en sus planteamientos y buscando, sin duda, no ofender, incluso no enfatizaba aspectos como la dependencia absoluta de la economía catalana o la manera en que todos los españoles, especialmente los que viven en Madrid, pagamos los dispendios de la Generalidad. Ahora, Mas ha intentado dar respuesta a ese argumentario con otro que sólo provocaría sonoras carcajadas de no versar sobre tema tan trágico como el descuartizamiento de una nación para beneficio de unas oligarquías locales corruptas. Sin embargo, aunque la distancia que media entre ambos textos es la misma que hay entre la teoría de la relatividad de Einstein y la cuenta de la vieja, haría bien el Ministerio de Asuntos Exteriores en revisar el personal que, presuntamente, representa a España en el exterior. No me refiero ya a los titulares de las fantasmagóricas embajadas de Cataluña, porque ésos ya sabemos que, con el dinero salido de los bolsillos de todos los españoles, predican la mala nueva nacionalista a los cuatro vientos. Me refiero más bien a la quinta columna que el nacionalismo catalán lleva estableciendo en el exterior a costa del presupuesto español desde hace mucho tiempo. Incrustados en las más diversas entidades, incluso las pagadas con fondos de la Unión Europea –esa Unión Europea de la que no formaría parte una Cataluña independiente–, esos personajes se dedican a escribir en la prensa extranjera monstruosidades como que el verdadero 11-S no fue aquel en que el terrorismo derribó las torres gemelas, sino cuando España invadió Cataluña en 1714; subvierten todo intento de recuperación económica de España atacando a su Gobierno o a sus empresas, salvo que tengan etiqueta de Cataluña y vetan a todos los que defienden a España dándose, por ejemplo, la circunstancia de que impiden en las universidades la entrada de gente excepcional cuya lengua madre es el español, logrando que la plaza para enseñarlo se dé a muchachos de Cataluña que no lo cursaron jamás. Todos estos agentes del nacionalismo mienten como bellacos, retuercen desvergonzadamente la realidad, pintarrajean el cuadro de la España opresora y preparan el panorama para una declaración de independencia. Si el ministro Margallo no se deshace de ellos, su argumentario servirá de poco o de nada.
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