César Vidal

Arianización sin retribución

Popularmente se identifica el Holocausto con Auchswitz y las cámaras de gas. Es una verdad a medias. La gran tragedia de los judíos bajo el nacional-socialismo comenzó con su exclusión social y el despojo de sus bienes. Entre 1936 y 1938 se dictaron más de dos mil quinientas normas que arrojaban a los judíos de la vida laboral. A partir de la Kristallnacht de 31 de marzo de 1938, además se les multó con mil millones de marcos... por los daños causados por los nazis. El 19 de octubre de 1939, se les obligó a entregar el 35% de sus propiedades al precio que fijaran las autoridades. Si abandonaban Alemania, no podían llevar metales preciosos, obras de arte o dinero. Al irse produciendo la invasión de otras naciones, ya ni existió parodia de legalidad. El 10 de noviembre de 1947, la Alemania occidental – la oriental no quiso saber nada– aceptó mediante la ley de restitución devolver a los judíos sólo la propiedad identificable –en realidad, inmuebles– pero bajo condiciones leoninas: los judíos podían dejársela al propietario ario y recibir el precio de mercado de la posguerra o bien quedársela, pero abonando –¡tras salir de un campo de exterminio!– los gastos que hubiera ocasionado. Para colmo, las indemnizaciones fueron en nuevos marcos –una décima parte del Reichsmark– que hasta 1954 no tuvieron convertibilidad en el extranjero. En Baviera, se excluyó además a todos los que hubieran abandonado la región antes del 1 de enero de 1947. Si la indemnización superaba los seiscientos dólares, sólo podía cobrarse entonces un 50% y el resto, en 1954. No pocos vendieron a los bancos el segundo plazo con una pérdida del 45%. En 1953, la ley federal de indemnización estableció además que el máximo de indemnización por bienes sería de 75.000 marcos. Bien poca cosa después de tanto despojo y sufrimientos.