Pedro Alberto Cruz Sánchez

Arte por la paz

Entre el 6 y el 11 de abril se ha celebrado en Bogotá la Cumbre Mundial de Artistas por la Paz. Antes de deslizar cualquier tipo de valoración sobre la eficacia y el realismo de un evento de este tipo, conviene realizar un necesario ejercicio de contextualización. Hace ya algunos años, me contaban artistas colombianos que el ejercicio del arte en Latinoamérica no posee las mismas connotaciones que en Europa o Estados Unidos. Cuando el objetivo del individuo cada día es sobrevivir y que no le quiten la vida, la práctica artística adquiere una dimensión menos diletante e infinitamente más extrema de lo que el aburguesamiento occidental pudiera imaginar. Se quiera o no, el arte se halla completamente imbricado en la realidad social, y respira en cada bocanada de aire el ambiente conflictivo que allí se vive diariamente. Por lo tanto, y desde ese punto de vista, ningún lugar mejor que esta zona del orbe para congregar a cientos de creadores y pensadores a debatir sobre la capacidad del arte para propiciar situaciones democráticas y de paz. El problema, empero, es si, en la actualidad, el arte y la cultura poseen la fuerza, la convicción y el compromiso suficientes como para intervenir de una manera fehaciente y decisiva en cualquier dinámica histórica. Y la respuesta que inmediatamente sobreviene es que no. Nunca como en este periodo la actividad artística ha estado tan relegada a mera comparsa o envoltorio estético de la acción social. Cuando se habla de activismo artístico, uno no puede sino esbozar una forzada sonrisa de sarcasmo por la desvergüenza con la que el mundo artístico pretende vender una estricta labor de marketing y de mercado al modo de intervención política. Los primeros que no se toman en serio el alcance social del arte son los propios artistas, que han convertido «lo político» en un género más del catálogo disponible, pero con la ventaja de que éste abre las puertas de todos los espacios de autoridad del mundo artístico. A día de hoy, al arte sólo le interesa la pasta gansa. Lo demás son milongas difíciles de digerir.