Política

A Sánchez no se le lleva la contraria

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Nadie es capaz de explicar porqué se repitieron las elecciones. El argumento era que no se querían ministros podemistas, pero se desvaneció en menos de 24 horas.

La derecha política ha atacado la contradicción de Pedro Sánchez, pensando que si ahorman una imagen de hombre veleta, dispuesto a cambiar su postura según las circunstancias, quebrará, como lo hizo Albert Rivera.

Pero se equivocan, primero porque el líder naranja cayó por otro motivo y, segundo, porque Sánchez tiene una estrategia.

Lo que le ocurrió a Ciudadanos era irreversible desde el tripartito andaluz. En aquél momento, Rivera tomó la decisión de renunciar a sus votantes socialdemócratas para retener a los conservadores y cerrar la sangría de votos que estaba teniendo hacia Vox.

Esa decisión no le fue del todo mal en las elecciones de abril, aguantó. Pero lo que se jugaba en la derecha era quién iba a liderar la oposición, batalla que ganó Pablo Casado, a pesar de su desplome en votos.

Sin embargo, ese nuevo Ciudadanos estaba lejos del centro pragmático en el que nació y tuvo como efecto secundario la fuga de votantes naranjas hacia PP y Vox, que decidieron comprar el original en lugar de la copia.

Con Ciudadanos fuera de juego, el PP tendrá que decidir si copiará el discurso de la extrema derecha, pensando que así conseguirá frenar su ascenso o, si por el contrario, aprovechará la autopista moderada que han despejado los naranjas.

Todo ello si la estrategia de Sánchez lo permite. Lo razonable es que el PSOE hubiese pedido al Partido Popular un inicio de conversaciones para lograr la investidura sin necesidad de contar con los independentistas, pero últimamente la razón escasea.

El abrazo de Pablo Iglesias no le asegura al presidente en funciones la investidura. Podemos, PNV, Coalición Canaria, Nueva Canarias, PRC, Teruel Existe, BNG y Más País/Compromís suman 169 diputados. Pero, aun así, en una segunda votación podría tener más votos en contra que a favor si los independentistas de Junqueras no se abstuviesen.

A Pedro Sánchez no le gusta que le digan lo que hay que hacer, y si no que se lo digan a los simpatizantes que acudieron a corearle a la puerta de Ferraz la noche del domingo, pero lo que peor lleva es no salirse con la suya.

Cuando llegue la segunda votación en las Cortes pedirá a Pablo Casado la abstención para no tener que pedírselo a Junqueras ni tener que convocar elecciones.

Será una bala de plata contra el Partido Popular. No podría apoyar un gobierno con Iglesias, pero le situaría en el disparadero, incluso se les podría ocurrir vetar a Podemos del gobierno a cambio de su voto.

Lo que ocurre de verdad es que Sánchez todavía no entiende porqué a Rajoy le votaron más españoles en la repetición del 2016 y a él no y podría estar dispuesto a dar una tercera oportunidad a los electores, esta vez con un argumento mejor: o el apoyo del PP o el apoyo de ERC o terceras elecciones.

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