Atlético de Madrid

Abel Hernández

Atlético

La Razón
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También los pobres tenemos derecho a reír de vez en cuando, y hoy los del Atlético estamos eufóricos y desatados. Conviene que se sepa y sirva de lección. Cuando se tiene fe todo llega, dice Simeone, como San Pablo, y repican los cronistas deportivos. Así es. La fe mueve montañas, con fe todo se alcanza, etcétera. O sea que también esto del fútbol, lo mismo que pasa en España con la política, es cuestión de fe, incluso en los tiempos que corren de desánimo e increencia dominantes. Fe, para empezar, en nosotros mismos, acompañada de trabajo en equipo y deseos de superación. Es justo lo que se echa en falta en los partidos políticos y, sobre todo, en la crítica parcial, negativa, resentida y malintencionada, que impide recuperar la esperanza. «La vida es esto –dice el idolatrado entrenador–: levantarse, insistir y competir». Queda claro que no todo se consigue con dinero ni con el viento favorable del poder. Hay otros valores: superación, juego en equipo, sacrificio, solidaridad, buena fe, coraje, entrega, resistencia, humildad, respeto al adversario, sano orgullo, generosidad, astucia y compañerismo. Todo lo que venimos echando en falta, sin ir más lejos, para formar Gobierno. De todos esos valores se sirvió este equipo vestido de rojo y blanco, en conexión perfecta con el público del estadio y los millones de aficionados que lo seguimos por televisión, para alzarse la otra noche con el resonante triunfo frente al poderoso Barcelona, el de las grandes figuras y la bolsa llena.

Esa sintonía natural con la gente de los barrios, los de abajo, que se ven bien representados y alentados con triunfos así en sus esfuerzos por salir adelante, hace que muchos piensen en el Atlético como «el equipo del pueblo». Pudiera ser. Dice Walter Benjamin que el juego es la verdadera escuela del hombre. Parece que en este caso lleva más razón que un santo. Y por si alguien considera una frivolidad que me haya ocupado aquí de este acontecimiento deportivo, sólo por el hecho de ser aficionado del Atlético desde que tenía diez años, cuando aún no había luz eléctrica en mi pueblo, dejaré a su consideración la siguiente afirmación del filósofo francés de origen ruso Alexandre Koyré: «No es del trabajo de lo que nace la civilización, sino del ocio y del juego».