Lucas Haurie
Autogol de Alaya
La persistencia de Mercedes Alaya ha zarandeado a las dos estructuras de poder más firmes de la Andalucía contemporánea: el Real Betis y la Junta, escritas sean en orden de importancia. No hace mucho, en Sevilla había dos donmanueles por antonomasia, Ruiz de Lopera y Chaves, que se profesaban un odio filipino. Pero nada une como lo hace un enemigo (enemiga) común. Los problemas con la Justicia propician compañeros de cama todavía más extraños que la política, así que hace meses que los fisgones del carísimo bufete que defiende a Lopera de la jueza forman comandita con los picapleitos junteros para derribarla atacando su flanco más débil: un marido dizque trincón. Tal que ayer, el mismo día en el que la doña mandó guardar a medio centenar de mangantes de la Diputación de Sevilla, apareció el papel que relaciona a Jorge Castro con Francisco Estepa. ¿Quiénes? Pues el marido de la magistrada con quien ella nombró como administrador judicial del Betis, un abogado de poquísima monta que se embolsa un pastizal al mes pese a no saber ni de qué color son las camisetas de este equipo... y que representó al esposo de Alaya con motivo de una imputación pretérita. Los mamadores del pesebre juntero dan palmas con las orejas porque el renuncio puede terminar en cornada de pronóstico grave. La maniobra es cochina, sí, pero no debe tener el techo de cristal quien investiga las mangancias ajenas: el cónyuge de un togado es la enésima potencia de la mujer del César. Mira que si la instructora del caso de corrupción más grave de cuantos ensucian España queda letalmente desprestigiada por la querencia futbolera del legítimo...
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