César Vidal
Azules y naranjas
No es para nadie un secreto que, dentro de Estados Unidos, prefiero el sur al norte, y entre los estados sureños, siento una especial admiración por Texas. Podría estar tiempo y tiempo hablando del estado de la estrella solitaria, pero lo sucedido en su Congreso hace apenas unas horas demuestra cómo los texanos, que comenzaron a cruzar senderos de libertad en El Álamo, están dispuestos a seguir por esos caminos pese a quien pese. En medio de un debate parlamentario que el partido demócrata intentó obstruir con las peores tácticas del filibusterismo, los republicanos han sacado adelante una reforma más que importante de la normativa relacionada con el aborto. A partir de ahora, en Texas no se podrán practicar abortos después de la vigésima semana, todos tendrán que llevarse a cabo en centros quirúrgicos y, además, las mujeres, finalmente, verán reconocido su derecho a ser informadas de las consecuencias del aborto, un derecho que los grupos feministas y abortistas llevan negándoles décadas. Para muchos, la batalla librada en el congreso texano ha revestido las características de una lucha entre la luz y las tinieblas. Para los que hemos podido presenciar lo que sucedió resulta difícil minimizar esa impresión. Los manifestantes pro-vida vestidos de color azul, y los pro-abortistas de naranja, actuaron, desde luego, de manera bien significativa. Mientras que los primeros entonaban «Amazing Grace» –un himno evangélico clásico escrito en el s. XVIII por John Newton, el gran emancipador de los esclavos negros–, los segundos gritaban «Traemos el infierno con nosotros» y «¡Viva Satanás!». Si los primeros sí estaban convencidos de las palabras de la canción que afirman que se puede pasar de la ceguera a la visión por la gracia de Dios, uno desearía creer que los segundos tan sólo pretendían asustar y no estaban expresando sus verdaderos puntos de vista. Con todo, ambas formas de expresarse resultan más que significativas. Los primeros estaban afirmando lo que creen millones de personas, que un día, la Humanidad contemplará el aborto como algo que sucedía en el pasado y que ha desaparecido como antaño fue abolida la lacra de la esclavitud; los segundos, pretendiendo mofarse, estaban indicando la realidad de millones de seres exterminados con una profusión que complacería al señor del Abismo. Ambos han dejado de manifiesto que no hay crimen, injusticia o atrocidad, por masiva que pueda resultar su práctica, que sea irreversible. Cuando la gente sencilla y convencida se une para practicar el bien no son pocas las veces que consigue sus objetivos.
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