Toni Bolaño
«Ball de bastons»: la danza soberanista
Artur Mas puso hace una semana sus cartas sobre la mesa en una conferencia. Elecciones anticipadas siempre y cuando se alcanzara un acuerdo sobre una lista única, bajo su liderazgo, que garantizara la mayoría absoluta de las fuerzas independentistas que, por sí solas, no obtienen. Una vez alcanzada esa mayoría Mas abriría un periodo de 18 meses para negociar con el Estado español y para redactar una Constitución catalana que debería ser refrendada por las urnas junto a unas nuevas elecciones. El martes contestó el líder de ERC, en otra conferencia, y también puso sus cartas en la mesa. Nada de lista única y menos bajo el liderazgo de Mas. Listas separadas bajo un manto común y declaración unilateral de independencia al día siguiente de las elecciones. Además, el líder republicano quiere levantar la bandera de la izquierda contra los recortes y abanderar la lucha contra la corrupción, en un regate corto que señala a Mas como adalid de los recortes y como parte de la «casta».
Bajo este mantra de hacer política en Cataluña a golpe de conferencia empieza el «ball de bastons». El baile de bastones es una danza popular tradicional catalana que se extiende a Aragón y Comunidad Valenciana y también existe en Portugal, Gales, Inglaterra, Francia e Italia, en la que los bailarines cruzan sus bastones a imagen y semejanza de las antiguas batallas con espadas. Junqueras ha movido pieza pidiendo urgentemente negociaciones. Mas, visiblemente molesto por la insubordinación republicana, se tomará su tiempo. Su entorno dice que, efectivamente, el presidente catalán entablará negociaciones con las fuerzas soberanistas en «las próximas horas o en los próximos días».
El ambiente en el mundo soberanista es tenso porque está en juego el liderazgo del movimiento secesionista. A nadie le ha pasado desapercibida la bronca entre la número dos de ERC, Marta Rovira, y la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Carme Forcadell, al finalizar la conferencia de Junqueras. Forcadell, que se ha alineado con Mas, parecía recriminar a Rovira su «deslealtad con el presidente catalán».
A pesar de la tensión, el soberanismo confía en un acuerdo que pase efectivamente por una convocatoria electoral porque sobre ellos pesa la idea de que «es ahora o nunca». Un acuerdo que pase obligatoriamente por una convocatoria electoral. Mas las tiene previstas para el próximo mes de febrero. La primera semana de marzo se acabaría el plazo para poder realizar estas elecciones plebiscitarias para respetar los plazos con las municipales.
Otra opción sería convocar las elecciones conjuntamente con los comicios locales. Sin embargo, esta opción es rechazada de plano por los republicanos, que sueñan con un gran triunfo en el mundo local. Quieren un cuerpo a cuerpo con Convergencia para cargarse de razones en su camino hacia la independencia. Incluso, si Mas es reacio a dar pasos en ese sentido a la espera de una negociación con Madrid, Junqueras sería partidario de que los municipios catalanes declararan unilateralmente la independencia al día siguiente de las elecciones siguiendo el modelo de las elecciones de 1931 que acabaron con el reinado de Alfonso XIII. Si el arreglo entre CDC y ERC se retrasara –Mas descarta acuerdos de antemano con las CUP e Iniciativa per Cataluña– todavía se vislumbraría una posibilidad que entra en la épica nacionalista. Convocar las elecciones antes que las generales haciéndolas coincidir con el 11 de septiembre para aprovechar el tirón nacionalista. No es la última opción, por descabellada que sea. Mas podría optar por agotar la legislatura y ver la reacción del electorado en unas generales que, como todas las encuestas apuntan, provocarían un fuerte cambio en la gobernabilidad de España.
En todas estas opciones se baraja también la irrupción de Podemos, que preocupa al mundo soberanista. La formación de Pablo Iglesias irrumpe con fuerza en el Parlament y se lleva votos de todo el mundo. De populares, de socialistas e incluso de ciudadanos y, sobre todo, de los tradicionales abstencionistas. Sin embargo, el soberanismo no queda indemne. Puede perder votos y, lo que es peor, perder su hegemonía en el Parlament. Por eso, Podemos está siendo víctima de una dura campaña en las redes sociales y son acusados, nada más y nada menos, que de «españolistas».
Con estos escenarios, Mas empezará, cuando haya hecho esperar –y molestado–suficientemente a Junqueras, una nueva ronda de contactos para buscar la fórmula que garantice la unidad soberanista y la mayoría necesaria para seguir avanzando en su «proceso». Para doblegar a ERC, Mas ha presentado los presupuestos. Si ERC no los vota será señalada como culpable de poner palos a las ruedas. También Rajoy será acusado si no se doblega a las exigencias de Mas. No son una propuesta de Gobierno para 2015, sólo un elemento de presión para los adversarios de dentro y de fuera de casa. Empieza el «ball de bastons».
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