Alfonso Ussía
Basura
En los alrededores de la Audiencia Nacional se acumula la basura. La huelga ha convertido a Madrid en un estercolero, pero en los aledaños de la Audiencia Nacional huele peor que en el resto de los rincones capitalinos. Con una precipitación nerviosa y frenética, sin aguardar al Tribunal Supremo, los señores magistrados y jueces han puesto en la calle a nueve asesinos etarras. Entre ellos al sanguinario hijoputa de Troitiño, autor de veintidós asesinatos. Lo ha escrito Teresa Jiménez Becerril: «Si Troitiño ve el sol, España se queda a oscuras». Esta vez, y me duele escribirlo porque tenía de él un alto concepto, el máximo responsable de la cobardía, de la tropelía y de la villanía ha sido el magistrado Fernando Grande Marlaska, que con su voto de calidad ha roto el empate de criterios de los jueces de la Audiencia. Podía haber esperado la decisión del Tribunal Supremo, probablemente adversa a los intereses de los terroristas. Pero no. A la calle. A la sucia e inmunda calle que los sindicatos han llenado de ascos y basuras. Pero de la basura andante de la ETA no tienen la culpa los sindicatos, sino los jueces. Basura sobre basura, allí en la infectada Audiencia Nacional.
Y en breve comenzarán a recuperar la luz y la libertad otros asesinos, violadores, secuestradores, el basurero sangriento de nuestra sociedad. Ahí esperan los asesinos de Anabel Segura, secuestrada mientras hacía deporte a pocos metros de su casa. La mataron el mismo día del secuestro. Durante meses, con los restos de Anabel enterrados en un lugar de la Sagra, los asesinos y la mujer del principal canalla, hicieron creer a los padres de Anabel que su hija vivía. Tortura sobre tortura, la maldad y la miseria inhumana resumida en esa pareja de homínidos criminales. Ya están a las puertas de la libertad, como Ricart, coautor de la masacre del Alcácer, tres jóvenes violadas y después asesinadas. ¿Se atreverá algún día López Guerra a volver a España para pedir perdón a tantas heridas reabiertas y ánimos derruidos? Los muñidores de falacias acostumbran a ser unos cobardes, y en Estrasburgo se enlata el mejor «Foie Gras» trufado de Francia. Quizá mejor para él y para España que reste allí, degustándolo, disfrutando de su inmunidad, gozando con su vileza.
Vertedero, estercolero, basurero. En eso se ha convertido la Audiencia Nacional. Por supuesto que acatamos las decisiones judiciales, pero desde el pasmo y el estupor. ¿En quién creemos? ¿En quiénes confiamos la Ley, la Justicia, y el Derecho? Los políticos son también responsables de la basura, pero nada podrían haber hecho sin la colaboración de muchos jueces. Todo comenzó con aquella sentencia delictiva del Tribunal Constitucional con seis magistrados sometidos a los pactos de Zapatero, y ese voto de calidad –¿cómo puede ser llamado de esa manera?–, de su entonces presidente Pascual Sala. A partir de aquella sentencia vil, el terrorismo y su entorno supieron que les había llegado la hora de la victoria. Y para colmo, el periodismo del sesgo y el resentimiento, ha encontrado en las víctimas del terrorismo y en sus familias la diana de sus dardos envenenados, de sus insultos, de su estercolero amoral.
Madrid está sucio. Hay huelga de recogidas de basuras. Los piquetes sindicales no sólo impiden la recogida sino que vuelcan contenedores y papeleras para expandir la porquería que se acumula desde días atrás. Mala basura. Pero la peor anda, se mueve y celebra su triunfo. Para mantener la salud, por la Audiencia Nacional hay que transitar con mascarillas.
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