Cristina López Schlichting
Bendita mandioca
En la Movida de los 80 había una canción cruel de Glutamato Ye-Ye que rezaba: «Todos los negritos tienen hambre y frío, tiéndeles la mano, te lo agradecerán...» y que, entre otras cosas, se burlaba de la convocatoria de hoy, el día de la Infancia Misionera. Los niños de los 60 –y supongo que también los de antes– crecimos asomados a la ventana internacional gracias a los misioneros. Una vez al año llegaban de lejanos lugares y explicaban que los nativos comían mandioca o se hacían incisiones rituales en el cuerpo. A nosotros la mandioca nos dejaba asombrados, la bendita mandioca nos abrió al mundo. Todos queríamos ser misioneros o ayudar en las misiones, estos hombres y mujeres generosos nos hicieron crecer con los ojos y el corazón abiertos más allá de las estrechas fronteras del barrio o los colores del supermercado. Gracias a ellos supimos de razas y colores con graves problemas y desde luego más pobres que nosotros. Al menos una vez al año existían en nuestro horizonte, de forma palpable, una India, un África, un Asia que no tenían los colores rosas, verdes o azules de los mapas de geografía. Esta semana han salido cifras de la asistencia a clase de Religión en las autonomías españolas y uno de mis seguidores en Twitter –un catalanista– se ha manifestado ufano de que su tierra registre una ínfima asistencia. Sólo un 23% de alumnos catalanes y un 30% de vascos está matriculado en la asignatura, frente al 65% de la media nacional. Extraño canto el de mi amigo de Internet a una batalla perdida. Porque es una derrota que los niños y niñas abandonen el humanismo cristiano que nos hacía tender una mano más allá de nuestras estrechas fronteras autonómicas y nacionales. La religión católica es básicamente amor, amor al propio destino y al del otro, porque todos somos hijos de Dios y redimidos por la misma sangre. Dudo mucho de que los niños privados de esta mandioca desarrollen la empatía y solidaridad que aprendimos de la mano de los que se partían el pecho por los demás, aunque sólo sea porque son pocos los que eligen este camino excelso. Hoy es el día de la Infancia Misionera y este nombre –quizá arcaizante– tal vez nos lleve erróneamente a la canción de Glutamato Ye-Ye. Pero detrás de esa caricatura existe un mundo de generosidad y belleza que consiste en apostar por el mundo entero y que hace mejores personas a quienes saben que su camino está ligado a los otros hombres. Estoy agradecida de poder ayudar.
✕
Accede a tu cuenta para comentar