César Vidal

Bernie Sanders

La Razón
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El 10 de diciembre de 2010, un senador de Vermont pronunció un discurso en la Cámara alta de los Estados Unidos que duró más de ocho horas y media. Su contenido, publicado en forma de libro, constituyó uno de los alegatos más extraordinarios desarrollados nunca en el seno de un órgano legislativo contemporáneo. A pesar de proceder de un Estado pequeño, el impacto de aquella pieza oratoria resultó tan extraordinario que Obama y Bill Clinton tuvieron que combinar esfuerzos esos días para apartar la atención del personaje. El autor de la proeza se llamaba Bernie Sanders y hace unos días ha derrotado en las primarias de New Hampshire a Hillary Clinton. Durante las próximas semanas, Sanders seguramente va a ser objeto de los mayores ataques por parte de las más diversas instancias y uno de los que se fulminará contra él será el de ser socialista, algo tan espantoso en Estados Unidos como el sambenito de «facha» en España. La realidad es que Sanders – uno de los poquísimos políticos que me entusiasma– es un defensor de las clases medias y un fustigador implacable de los segmentos sociales privilegiados y parasitarios. En Estados Unidos –pero los paralelos saltan a la vista– la carga de un estado en continuo crecimiento no recae sobre las grandes empresas que pagan menos impuestos que las pequeñas y medianas gracias a diversas triquiñuelas legales ni sobre las clases bajas que en infinidad de ocasiones son carne de clientela electoral. El gran peso del Estado, de los privilegiados y de las clientelas recae sobre unas clases medias que incluyen a las pequeñas y medianas empresas y que cada vez pagan más impuestos aunque, ciertamente, éstos sean menos y muy inferiores a los abonados en España. Para evitar semejante injusticia, Sanders propone un orden fiscal sensato en el que cada uno pague realmente lo que corresponde – lo que implica una reducción drástica de la carga de las clases medias – y, por añadidura, el gasto público sea racional, lo que significa, por ejemplo, repensar los fabulosos gastos militares de Estados Unidos en comparación con los destinados a Sanidad y Educación. Al fin y a la postre, lo que Sanders defiende es que el poder no esté en manos ni de lobbies ni de clientelas que permiten que sus candidatos se perpetúen en sus poltronas políticas, sino que surja de la mayoría de los ciudadanos que sustentan realmente el aparato estatal. Lástima no ser norteamericano para votar por un programa como el de Bernie Sanders.