María José Navarro
Bichos
Ha dicho la Fao que hagamos el favor de comer insectos, que así podría ser más fácil acabar con el hambre en el mundo. Con el hambre, no sé, pero con el apetito, fijo. Dice la Fao (parece una señora manchega) que los bichos son nutritivos, variados, económicos y hasta deliciosos, y que son ricos en proteínas, calcio, hierro y zinc. La purga Benito, vaya. Estaba servidora pensando en la cochinada cuando ha caído en la cuenta. Atención motoristas, ciclistas y lectores risueños: ¿quién no se ha comido una mosca alguna vez? Y, ¿a que no están tan malas? Todo lo contrario, la mosca, viene ya como las Lays, al punto de sal. Hay que reconocer que son muy sabrosas, sí señor. Quizá en la recomendación de la Fao tengamos la explicación de por qué los franceses no lavan la ensalada. Quizá sean unos adelantados, unos visionarios, unos precursores, quizá sepan por qué las hojas de fuera de la lechuga no se deben tirar porque son las mejores, quizá, quién sabe, ahí reside la razón por la que se niegan a comerse el cogollo o a darle un agua a la verdura. En París, ojo, he visto yo salvar la vida a un grillo que venía escondido en la escarola. Es gente que ha hecho del caracol su plato estrella, no digo más. Pero vamos, tampoco hay que escandalizarse porque cosas peores comemos. El primer gallego que se zampó un percebe le echó bemoles, no me lo vayan a negar. En Colombia venden ojos de vaca y aseguran que con el caldo de cocerlos se resucita a un muerto. «Jodíos gatos, no saben ná», exclamó mi madre una vez que probó el Whiskas. Buen provecho, majos.
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