Alfonso Ussía
Bisontes
El símbolo de los montañeses es el bisonte. Uno de los bisontes de Altamira, la cueva de Santillana del Mar que descubrió por chiripa la niña Sanz de Sautuola, abuela del actual Presidente del Banco de Santander, Emilio Botín. Como sucede habitualmente con los milagros de la Iglesia, la Ciencia puso en cuarentena la autenticidad de las pinturas rupestres de Altamira por su pasmoso estado de conservación, pero definitivamente tuvo que reconocer el hallazgo, que sentó muy mal a los científicos franceses, siempre de perfil ante las maravillas de España.
Cuatro son los reyes de la fauna cántabra o montañesa, que el significado es el mismo. El oso, el lobo y el urogallo viven en sus bosques. El bisonte ha desaparecido. Hay más osos de los que se reconocen y más lobos de los censados. El urogallo se halla a un paso de la extinción. Durante un largo tiempo, en muchas casas de Liébana, se celebraba la Navidad asando «un faisán», que así llamaban al gran señor del bosque. Y dos décadas atrás, con mi habitual capacidad para fracasar en los intentos, me afané en el casi imposible proyecto de conseguir que el paisaje de La Montaña recuperara la vida del bisonte europeo, su símbolo universalmente conocido, aún más que el «Ferrari» de Fernando Alonso.
José Luis Gil, el que fuera consejero del Gobierno de Cantabria presidido por el popular Martínez Sieso, se entusiasmó con el proyecto, y eligió una amplia zona de Valderredible, inmediata al embalse del Ebro –ese río catalán que nace en el país vecino, según cuentan los libros de texto de Cataluña–, para acoger a los primeros bisontes. Más de dos mil hectáreas de robledales y hayedos. Pero las elecciones truncaron la culminación. Con la presidencia de Miguel Ángel Revilla, que era rehén de los socialistas, los bisontes pasaron a mejor vida. No obstante, en un encuentro privado, le pedí permiso para continuar las gestiones, permiso que me fue concedido sin reservas.
Invité, ya en Madrid, a la embajadora de Polonia en España, que llegó acompañada de una asesora cultural tan inteligente como conocedora de nuestra nación. Polonia es el país donde mejor se ha conservado el bisonte europeo, el bisonte de Altamira, para entendernos mejor. Y me garantizó que el Gobierno polaco regalaría a Cantabria nueve ejemplares de bisonte para que se reprodujeran en libertad. Simultáneamente, un gran médico de Valdecilla, el doctor Samuel Roberto Gómez, vecino de Ibio, dispuso de un amplio terreno para iniciar allí el experimento. En Ibio tiene hoy la Yeguada Militar parte de su fomento caballar, que se ha visto incrementado con los caballos purasangre que se criaban en Lore-Toki, unidad del Arma de Caballería inmediata a San Sebastián. Prados infinitos y bosques profundos.
Pero la política interrumpió definitivamente el sueño. Hoy, en la Montaña palentina, en las cercanías de Cervera del Pisuerga, el propietario de una considerable extensión de terreno, sin encomendarse a Dios, al diablo ni a los políticos, ha tenido el coraje de incorporar un grupo de bisontes a sus tierras. Ignoro la reacción de los ecologistas, que si interpretan que el bisonte europeo es un bóvido salvaje elitista, pueden cargarse el esfuerzo de este hombre en menos que canta un gallo. Pero parece que todavía no les ha molestado la presencia de tan grandiosos animales. Hago la pregunta al actual Presidente de Cantabria, Ignacio Diego. ¿Renunciamos a recuperar para la vida el perfil rupestre y el símbolo de La Montaña? Entiendo que puede ser considerado un asunto menor, pero no lo es tanto si el gasto de la siembra histórica de La Montaña no es elevado. Basta y sobra con la aplicación de un territorio lo suficientemente amplio –ahí está el Parque natural del Saja–, para hacer la prueba.
En Altamira, para preservar las cuevas naturales, se puede visitar sin límite una reproducción exacta de las auténticas. Los visitantes quedan asombrados. A mí, personalmente, el asombro me alcanza cuando abandono el recinto y contemplo los paisajes del entorno. Cuando me figuro esos campos de verdes enfrentados vírgenes y libres de la modernidad. Cuando creo intuir en mi inmediato entorno la presencia de un bisonte que dejó de vivir en Cantabria hace miles de años, y cuyo ánimo aún permanece entre sus brañas, bajo los robles, o vigilante entre los troncos blancos y plateados de los hayedos. Estas fechas de la Navidad están para escribir de sueños y de imposibles. Y me he contagiado de los sueños y de los imposibles para que La Montaña recupere en su totalidad la maravilla de su Bosque Animado.
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