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Bond estaba muerto

La Razón
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A provecta edad ha fallecido el actor británico Roger Moore quien tomó el testigo del escocés Sean Connery en la interpretación de James Bond, agente 007 con licencia para matar. Desde que Connery se hartara de su misoginia repetitiva (es monógamo de una francesita que le llega a la cintura) otros han interpretado el personaje de Ian Fleming perdiendo la frescura y el cinismo originales de la serie novelística llevada a la pantalla. Trabajó en otras cosas pero Fleming fue básicamente un periodista seducido por el lujo y la sofisticación que intentó introducir en su vida diaria muriendo de excesos a los 56 años. Durante la II Guerra Mundial sirvió al espionaje británico, pero de entre los que nunca abandonaron el Reino Unido. Su Bond es imaginativo. Graham Green sí fue cooptado por los servicios secretos, pero en las colonias amenazadas y su esbozo del espionaje es más humano y compasivo, cuando no desopilante. Quien fue un avezado funcionario profesional del Intelligence Service fue David John Moore, bajo el pseudónimo de John le Carré y la tapadera de diplomático y profesor en Eton. El duelo entre el espionaje británico y la Stasi de Alemania Oriental dirigida por Markus Wolf lo retrata Carré con datos apenas emboscados y literatura de calidad. Wolf, otro periodista, organizó desde Berlín Oriental un servicio tan internacional y efectivo que el KGB le encargaba las misiones más sucias o aparentemente imposibles. Vladimir Putin sirvió a sus órdenes. Nunca se obtuvo una fotografía de Wolf hasta la caída del Muro, y logró no ser juzgado, escribiendo unas memorias imprescindibles para los interesados en la Guerra Fría. Creo que los ingleses le apodaron «Romeo» por su indeclinable tendencia a usar a las mujeres como cebos, trampas, escuchas, altavoces, intoxicadoras y asesinas. Las ciertas mujeres de Wolf son más interesantes y peligrosas que las imaginarias de Bond. En la átona y gris RDA el atractivo Wolf gustaba jugar al «bon vivant», casó tres veces y jugueteó con más faldas que todos los encarnadores de 007. Roger Moore daba mejor el papel televisivo con «El santo» y es el primer Bond que fallece. El mejor intérprete de la saga fue Connery, con esas mejillas dibujadas por la testosterona, aunque tenían que ampliarle artificialmente la pelambre del pecho, muy escasa para los gustos femeninos de entonces. Pero el genuino James Bond lleva 11 años enterrado en Berlín.