Julián Redondo
Bonjour tristesse
Por alguna razón todavía no suficientemente explicada, el máximo goleador en Liga de Campeones de la fase de grupos se creyó Françoise Sagan y declaró oficialmente su tristeza. Como era de noche cuando lo dijo, sólo le falló el titular de la que luego sería aclamada película de Otto Preminger, «Bonjour tristesse». Los astros, de cuando en cuando, caen en melancolía. Le sucedió a Cristiano, esa máquina de golear, y ahora revela Tata Martino que la pulga no tiene perro. «Messi necesita sentirse querido; eso no sólo tiene que ver con el dinero», ha confesado Martino, que al contrario que Ancelotti tiene al equipo desfondado, demasiado pronto, sin la energía de antaño, cuando al espectáculo añadía velocidad supersónica, un recuerdo.
Leo está mohíno, no sólo por la lesión ni sólo por el dinero, que todo influye; a saber qué le pasa. Quizá es que está pendiente de una sublime decisión, ésa que apunta a la salida. Misterio más, arcano menos, de la mano de Ronaldo el Madrid entrará en octavos de la «Champions» con mando en plaza, como se esperaba de él, y con fútbol, como prometió Ancelotti cuando le contrataron para convertir la mala leche en miel de romero y la tristeza, en lógica alegría. Justo lo que la Real Sociedad no ha disfrutado. Ha sido el rival más débil, escaso de suerte y sobrado de inocencia.
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