Pedro Narváez
Boquitas pintadas
Los periódicos franceses subrayan la psicosis que vive el país por el miedo a payasos de rostros perversos. Este Halloween los disfraces de «clown» superan a los de los clásicos zombies. Puede que todo se deba a un personaje aterrador de la serie «American Horror Story», no recomendable para espíritus inocentes y sanos, pero lo cierto es que la cara risueña de la comedia provoca mas escalofríos que la trágica, que no esconde más secretos que la muerte y que en el circo de los engendros los que tienen más papeletas para arder en el infierno son los seres de apariencia «normal» con el alma más corrupta que el virus que anida estos días en la Audiencia Nacional. Vivimos en una sociedad movida por el pánico a lo que sea, dispuesta ya a organizarse en jaurías y a colgar ajos en los balcones, más irracional cuanto más tecnológica, una Edad Media del siglo XXI que vendría a ser el apocalipsis. En esta noche de los fantasmas, las máscaras de personajes que parecían vestirse por los pies nos preguntan: ¿Truco o trato? Los Pujol, la banda de Granados, los Blesa y cía. son ahora esos payasos que nos remiten al miedo ancestral, a lo anómalo, seductores de masas, guardianes de ovejas que acaban comiéndoselas y que aun después de la mordida se disculpan con rastros de sangre en los colmillos como si ellos mismos desecharan que sus antiguos amuletos no surten efecto llegado el tiempo de su juicio final. Es el momento de los justos y no de los justicieros que, como aquellos malvados, lo que pretenden es zamparse al rebaño ahora que tirita y deambula débil entre las sombras como hacía el falso predicador de «La noche del cazador». Es el momento de presentarse a cara descubierta para que la gente corriente durmamos bien y no lloren los niños en el pasaje del terror de un telediario.
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