Alfonso Ussía

Bruselas

La Razón
La RazónLa Razón

Bueno es comenzar este texto con un recordatorio. «Podemos» e Izquierda Unida se negaron a firmar el Pacto Antiyihadista. Iglesias recurrió a las «miradas de amor» como únicas armas aceptables para que los terroristas árabes dejaran de matar. Hoy, cuando escribo, Bruselas es una ciudad condensada de humo, fuego, sangre y estremecimiento. No han funcionado las «miradas de amor» del cursi más peligroso de Europa.

Nadie se atreve a reconocer que estamos en una guerra declarada y desigual. El mundo libre se defiende con los Derechos Humanos y los propósitos de paz ante un enemigo que ataca con bombas y balas. Las guerras se ganan así. Hoy Bruselas, corazón de la Europa comunitaria, arde y sangra. El aeropuerto, el Metro, las calles... Cuando escribo se confirma que son trece los inocentes asesinados. Serán más. Las redes sociales se han visto invadidas de mensajes repugnantes redactados por los podemitas y sus secuaces. Justifican los atentados de Bruselas. Europa es culpable.

En el ombligo español, Pedro Sánchez insiste en llegar a un acuerdo de Gobierno con los que no han firmado el pacto contra los terroristas islámicos. Sánchez prepara su asalto antidemocrático, su golpecito de Estado, mimando y abrazando a quienes no condenan a los yihadistas, no apoyan a los demócratas venezolanos encarcelados por el tirano Maduro, y no deploran –a cambio de financiación–, las ejecuciones de homosexuales en Irán, teocracia proveedora de dólares a la productora de Pablo Iglesias. Hoy en Bruselas se cuentan los muertos y Pedro Sánchez cuenta los escaños para alcanzar su salvación personal.

Me sorprende el paso atrás de García-Page, que de encendido adversario del pacto con «Podemos» ha pasado a ser su más afanoso mamporrero. Gobierna en Toledo gracias a ellos. No estamos ante un patético –que lo es– espectáculo de mercadería a costa de los votos de los españoles. Estamos en las jornadas previas a un Golpe de Estado contra el sistema. Ante la inmoralidad de un pacto entre un partido ejemplarmente democrático –hasta ahora–, y una amalgama de miserables o ignorantes cuyo único objetivo es destrozar todo lo bueno que se ha hecho en España en los últimos decenios. Eso no sería un pacto, sino una vileza y una traición. «Es lo que quieren los votantes del PSOE», dice Sánchez. Es decir, que Sánchez ha hablado con los más de cinco millones de votantes del PSOE, y éstos le han ratificado sus deseos. Por fortuna, en el PSOE aún quedan algunos dirigentes y muchos socialistas patriotas y decentes, que terminarán por mandar a Sánchez, democráticamente, a paseo, siempre que Sánchez no consiga que el Golpe de Estado triunfe previamente.

Sánchez manifestó su desprecio y desafecto hacia las Fuerzas Armadas. Hacia las Fuerzas Armadas de España, que no de Venezuela, o Cuba o Corea del Norte, que son tan respetadas y queridas por los partidarios de los yihadistas con los que pretende pactar la destrucción de nuestra nación. Porque no condenar el terrorismo equivale a estar con el terrorismo, del lado del terrorismo y justificando el terrorismo. Bruselas sigue contando sus muertos y heridos, y Sánchez hace lo mismo con los escaños. Simultáneamente, el Gobierno en funciones está financiando la independencia de Cataluña. Ver para creer.

Joaquín Sabina, con el que tanto me he desencontrado sin poner en duda su talento, y al que nadie le puede negar un largo recorrido de lealtad a las izquierdas, lo dejó claro y con valentía en una reciente entrevista. «Al terrorismo islámico sólo se le puede vencer con las armas. Sucede que los Gobiernos occidentales no se atreven a mandar a sus soldados y recibir sus féretros». Más o menos. De lo que no hay duda, y ahí estoy plenamente de acuerdo con Sabina, es que al terrorismo no se le combate con «miradas de amor», como dijo el cursi universal para justificar su negativa a firmar el Pacto Antiyihadista. Y mientras en Bruselas se acumulan las miradas detenidas de los que han muerto, Pedro Sánchez en España busca pactar con las «miradas de amor» que no condenan a los asesinos.

Las guerras no se ganan admitiendo al enemigo. Se ganan combatiendo. Y los que combaten por la libertad de todos no son los políticos. Son los soldados. Los únicos que han jurado derramar su sangre por España, la libertad y la Constitución. Por la vida y el futuro de todos los españoles. Esos militares que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias desean que no existan.

Aumenta el número de muertos en Bruselas.