Financiación autonómica

Buenas intenciones

La Razón
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Temperaturas inhumanas, como las de estas fechas, amodorran, espesan la materia gris, ralentizan las conexiones neuronales y, expuestos sin protección a 43º C, lo propio es morirse, no ofender al adversario. En cambio podemos sobrevivir con 23 celsius internos. Blandamente bondadosos a los socialistas se les ocurre en la calentura una quita a la deuda catalana con el Estado para enjuagar los sudores secesionistas, en un desmayo muy cristiano o musulmán (hay que saber perdonar las deudas y especialmente los intereses) pero que recarga a todos los contribuyentes de España, ya que podría parafrasearse la máxima de que el dinero, como la materia, ni se crea ni se destruye: solo cambia de manos. El gran logro del socialista José Montilla, que llegó a ministro de España y presidente de la Generalitat, consistió en convencer a un Banco acreedor para que quitara al PSC ingentes intereses acumulados y dejara el principal de la deuda al 3%. Legalmente no hay dolo para las partes en estos acuerdos, aunque atufan a intercambio de favores y moralmente suponen una financiación a-legal del extravagante socialismo catalán. Sabrá el PSOE que tal quita provocaría una sacudida de agravios territoriales comparativos, y que el independentismo no va a rebajar sus ínfulas porque lo que quiere es no pagar los 75.000 millones de euros que debe a la España que les roba. Si estos sicofantes se hicieran independientes decomisarían hasta los aviones de «Iberia» que osaran aterrizar en El Prat. Lo que se ignora es si el PSC empleó la liquidez sobrevenida en impartir pedagogía socialista en Cataluña. En cualquier caso el perdón de las deudas es como el de los pecados, si hay dolor de corazón y propósito de la enmienda, sentimientos que no abundan en esta Generalitat. Otro profesional de las buenas intenciones de las que empiedran el Infierno es Pere Soler, militante de la desaparecida por pudrición CiU, jefe de las prisiones catalanas, y nuevo director de los Mossos d’Esquadra, quien evidencia su pena por los españoles. Habrá que agradecerle la conmiseración porque la piedad ante el sufrimiento ajeno debería ser virtud teologal. A lo peor este condoliente, que acumula su obra intelectual en Twiter, revela una carta de intenciones: la pena porque los españoles tengamos que pagar el pato de esta boda, con independencia o sin ella.