Alfonso Merlos
Cae la banda
No. No se trata de una redada. Tampoco de ninguna disposición judicial que ordene encarcelamientos. Pero ésta es la caída espectacular e inevitable de Chaves y Griñán a los ojos del tribunal de la opinión pública. Sorpresas, ninguna. Ni en la determinación de la valiente Alaya ni en la peripatética, faltona y antidemocrática reacción que han tenido un puñado de socialistas asustados o sindicalistas de medio pelo.
Es obvio. Ni la trama organizada de expolio de fondos públicos de los ERE era cosa de cuatro golfos o media docena de desgarramantas, ni por consiguiente puede ser explicada ni sus responsabilidades establecidas sin acudir a los jefes de la banda. Y el escándalo, como la vergüenza ajena, no puede ser mayor.
Se le señala el camino de los tribunales no sólo a dos presidentes autonómicos sino a dos presidentes del PSOE. No han dado la talla. No han estado a la altura. No se trata de buscar un escarmiento, porque eso no es propio del Estado de Derecho. Pero tienen su merecido. Han callado, han obstruido, han minusvalorado, han despejado balones con la puntera en todas las direcciones. Y esto no sólo es que fuese intolerable, era incompatible con el esclarecimiento de la verdad en un caso ya en los anales de la historia del saqueo de fondos públicos.
Hemos llegado al punto esperado. De la investigación se desprende que Chaves y Griñán ya no podrán decir que no tenían ni idea de los manejos en sus faldas; ya no podrán alegar que ellos sólo pasaban por allí. Una variopinta tropa de canallas que decía defender los derechos de los trabajadores le ha robado la cartera a los parados. Si los señoritos del cortijo socialista lo sabían, trágico. Si no se enteraron, mucho peor todavía.
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