Enrique Miguel Rodríguez

Cantes que arañan el alma

El jueves iba en el coche camino del aparcamiento de la Gavidia. Escuchaba la radio y emitían una tertulia sobre los insultos. El experto que abría plaza, en un momento, afirmó que en algunas comunidades españolas llamarte andaluz es un insulto. Me vino un ramalazo de ira. Afortunadamente, recordé como terapia aquello que mantiene Arturo Pérez-Reverte, que la peor especie humana son los imbéciles, porque a los malos se les puede comprar, sobornar, incluso dialogar. Pero con un imbécil no hay remedio. Cierto es que a veces la vida te compensa. Fui al teatro de Cajasol, para mí el Álvarez Quintero de mi infancia. Actuaba un joven cantaor de los que llenan locales, de los que venden sus discos, de los que se pasea por los escenarios de medio mundo: Arcángel. Quería el onubense, después de sus éxitos en la Bienal, el Maestranza y antes del concierto de Navidad en la Catedral, recogerse y cantar sin artificios, sin flautas, sin violines, sin palmeros, ni tan siquiera cajón. Solo, desnudo. Dos guitarristas magníficos alternándose y a cantar. Malagueñas, cañas, soleás, seguiriyas, bulerías, cantiñas , fandangos. Todos los cantes de Levantes, ¡todos los cantes¡ Fueron saliendo por la garganta del cantaor, como su nombre anuncia, como un Arcángel. Quejíos dramáticos, de alegría grande, con sabores añejos hasta en las letras. El público que abarrotaba el teatro estaba emocionado y premió al artista con aplausos interminables. Pensé en el cretino de la radio. Quizás lo único que pudiera salvarlo es recetarle un concierto de esta pureza, de raíces eternas, de sentimientos que te llenan de vida. Por eso, sabiendo que para disfrutar del arte en cualquiera de sus expresiones, tiene que existir una industria que lo soporte y un mecenazgo que lo proteja. Ésa es mi humilde petición a Cajasol y a La Caixa. Por cierto, el autor del andaluz como insulto es catalán. No quiero añadir más , como no podía ser de otra manera, por injusto. Volvamos a las peticiones dentro de los recortes a los que todo grupo está sometido. Preserven la cultura en general y los Jueves Flamencos en particular.