Julián Redondo

Caperucita

La Razón
La RazónLa Razón

Hay derbi en el Santiago Bernabéu y, aunque la Liga acaricia las aldabas del Camp Nou, el partido tiene enjundia, morbo, suspense... e interés. El Madrid juega en su campo, es favorito. El Atlético pretende consolidar la segunda posición en el Bernabéu, donde el anfitrión cuenta los partidos por sacos de goles, ese bien preciado que rehúye al Cholo y ha vuelto la espalda a sus delanteros. Sin un Forlán, un Agüero, un Falcao o un Diego Costa, sucesión de matadores que lo elevaron a las alturas, huele a pólvora mojada: arriba no hay referencia. Tras el fiasco de Jackson, Griezmann no toca la flauta y la voluntad de Torres, lucha estéril, deja en evidencia a la nostalgia. Sin gol no hay paraíso y sólo la fragilidad del sistema defensivo madridista, merma de su potencial ofensivo, le arranca una sonrisa. Ambos necesitan la victoria para evitar la depresión; pero sus urgencias son distintas. El Madrid debe constatar que Zidane tiene futuro en su banquillo, y el Atlético, que la plantilla posee más fútbol del que aparenta.

Uno y otro otean esperanzados el horizonte «Champions», ventana de socorro para una temporada prematuramente interrumpida; con más necesidad el Madrid, lo exigen su presupuesto, su rango y su historia. El Atlético tiene una dolorosa cuenta pendiente con ese trofeo que en dos ocasiones le arrebataron en el último minuto. El derbi sólo tiene la honrilla en juego. Al apagarse las luces, surgirá la realidad, y la pregunta: ¿se puede decir que la temporada madridista es un fracaso si no llega la Undécima? Sí. ¿Puede ganarla? Sí. ¿Y el Atlético? También. En este caso, Caperucita se comería al lobo y en el bosque hay una manada: Barça, Bayern, PSG... Sí, también el Madrid.