Julián Redondo
Cara y cruz
Entra Nacho por Marcelo y convierte en gol el primer balón que toca. Trapp hace honor a la familia y canta. El Madrid se queda sin laterales; Cristiano, pitado, sin gol. Nacho responde mejor que el equipo, superado por el PSG, pero vence, característica de campeón. Sufre y gana. Es la cara.
Con su fútbol adormidera y errático, el Atlético, ¡qué cruz!, comparte la imprecisión del tozudo Cristiano en el lanzamiento de faltas. ¡Qué pesado! El porcentaje de aciertos del portugués en estos lances es horroroso, como el partido de los pupilos de Simeone en Astana: un suplicio para el sufrido telespectador que los kazajos no comparten porque el empate les sabe a gloria. En su medio campo, el Atleti roza la virtuosidad, si no se despista. Ni una parada de Oblak, siempre seguro en los blocajes. Pero de ahí en adelante la pesadilla es digna de Elm Street. No más de tres toques, regalos constantes e incapacidad para superar la presión de un equipo encantado de haberse conocido tras la firma del 0-0.
Varias vueltas de tuerca tiene que apretar Simeone para que este proyecto reforzado con una inyección de 110 millones en fichajes no termine en chasco. El Cholo ha recuperado la grandeza rojiblanca, y el orgullo; ha puesto al equipo en el mapa de los elegidos, pero no puede permitir que se ahogue a diez metros de la orilla porque le cuesta averiguar si es carne o pescado. Que espabile, o se lo comen las cucarachas.
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