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Cardenales

La Razón
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El nombramiento de cardenales es una de las más exclusivas funciones del poder papal. Y, por lo tanto, una de las más secretas, por lo que ya ha sucedido que alguno de los interesados se haya enterado de su nombramiento al mismo tiempo en que el Pontífice lo anunciaba.

A su regreso del viaje a Georgia y Azerbaiyán, Bergoglio, en su conversación con los periodistas, aludió al tema de forma vaga, dando a entender incluso que el anuncio lo haría a comienzos del próximo año. Quince días más tarde ha publicado los nombres de los diecisiete nuevos cardenales de la Iglesia.

Una lista sorprendente por muchos aspectos. No desde luego por la inclusión en la misma del arzobispo de Madrid Carlos Osoro, cuyo nombre figuraba en todas las quinielas

De los diecisiete nombrados sólo dos son italianos; uno de ellos, arzobispo emérito y, por lo tanto, sin derecho a participar en un próximo cónclave. El otro es el Nuncio en Damasco que, cosa insólita, seguirá siendo representante diplomático del Papa «en la amada y martirizada Siria», como ha dicho Francisco esta mañana.

Otra novedad es la elevación al cardenalato de un simple sacerdote, el albanés Ernest Simoni, que pasó muchos años de su vida en las cárceles de la dictadura.

Por vez primera en la historia se incorporan al colegio cardenalicio nativos de países como Bangladesh, Lesotho, Albania y la República Centroafriacana. Otros como Papúa Nueva Guinea, Malasia y la Isla Mauricio forman parte de esas «periferias» que el Papa tiene tan presentes en su pensamiento.

Con el nombramiento cardenalicio del arzobispo de Madrid, España cuenta con once cardenales de los cuales sólo tres –Osoro, Cañizares y Sistach– serían electores por no haber cumplido aún los 80 años. Los ocho restantes o son arzobispos eméritos o han trabajado en la Curia romana como Martínez Somalo, Herranz o Santos Abril, actual Arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor.