Carlos Rodríguez Braun

Carmen Posadas y «La hija de Cayetana»

La Razón
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La notable escritora hispano-uruguaya Carmen Posadas acaba de publicar en Espasa una novela muy recomendable: «La hija de Cayetana». Goya las pintó a ambas, a Cayetana, la decimotercera duquesa de Alba, y a su hija adoptiva, María de la Luz, una niña negra originaria de Cuba, e hija de una esclava.

A pesar del título, no es la niña la protagonista de la historia, sino sus dos madres, la duquesa y la esclava Trinidad, la madre biológica que emprende una ardua pero incansable búsqueda de su hija, que ella bautizó como Marina, antes de que se la arrebataran.

Trinidad no podía ser más diferente que «Tana», la célebre duquesa, una de las mujeres más relevantes de la España de finales del siglo XVIII. Y en esa España se mueven las protagonistas, mientras desfilan ante el lector Godoy, María Luisa de Parma, la duquesa de Osuna, y otros personajes históricos, incluido el propio Goya, por supuesto.

Sabemos poco sobre Marina/Luz, pero hay constancia de que su madre adoptiva la quiso mucho, y, aunque no podía heredar su título, se ocupó de dejarle una cuantiosa herencia cuando murió en 1802. El rastro de la niña se pierde entonces, pero Carmen Posadas, tras consultar con especialistas en esclavitud, sospecha que regresó a América.

Esclavitud. De alguna manera la asociamos al mundo colonial en exclusiva, pero fue una realidad en la España metropolitana de entonces, como en el resto de Europa, hasta que el siglo XIX, ese malvado siglo capitalista, pusiera fin a dicho régimen. Un mérito del libro de Posadas es que describe esa realidad, con crudeza, pero con un lenguaje preciso y contenido. No es un asunto particularmente español. Ella misma ha declarado: «Yo, que soy sudaca, puedo decir que España es el país menos racista que conozco, porque inmediatamente existió el mestizaje», que estaba perseguido en otros lugares.

La condena a la esclavitud es nítida, pero también asoma un diagnóstico certero y afilado en contra de, por volver a Goya, «el sueño de la razón». Es el tiempo de la Ilustración, que alumbró el liberalismo, pero también su contrario, es decir, la fantasía racionalista de que toda la sociedad se puede cambiar de arriba abajo con buenas intenciones y desde el poder político y legislativo. Esta idea cuajada de peligros está en la raíz de los totalitarismos del siglo XX, porque todos ellos parten de esa misma base: cambiar la sociedad, y cambiar al hombre. No es casualidad que la noción del «hombre nuevo» sea compartida por comunistas y nazis. En esta novela está representada en la arrogante y monstruosa «corte de los milagros». Y también en la mención explícita a Rousseau, ese héroe de la Ilustración antiliberal, capaz de emocionarse por la suerte del mundo y capaz al mismo tiempo de abandonar cruelmente a sus propios hijos, que es exactamente lo que no hacen las dos protagonistas de este excelente libro de Carmen Posadas.