Pedro Narváez

Carmena o revienta

La Razón
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Tal día como mañana el hombre despegó hacia la Luna para que dejara de ser sólo una referencia poética. De habernos quedado sería un campo de «running», todo lleno de pisadas y cacas de perro. Esa misma especie alcanzó ayer el límite de lo conocido, el final del Sistema Solar. Plutón a la vista. Como en una película de marcianos. En una de las series de esas llamadas «de culto», el protagonista dice mirando a las goteras del techo que no sabe si la vida es real. Hay que hacer esfuerzos a veces para responder a esa pregunta alucinada que antes que este autor modernuqui, el tal Pizzolato, ya se hizo Segismundo en su celda. Cuando veo a Carmena sé que no estoy en «Matrix» porque no salen las patadas voladoras, tal es el despropósito. Las populistas se están haciendo un Paco Martínez Soria cuando para parecer adelantado a su época analfabeta pronunciaba «quatre chemins» para referirse al barrio madrileño. Los jipilollas de entonces son los pijiprogres de hoy. La alcaldesa de Madrid, que vive en una zona residencial frente a este periódico, ha cogido el coche oficial para un trayecto de kilómetro y medio. Podía darle un golpe de calor. Nada que objetar si no fuera porque la regidora llamaba a los fotógrafos cuando cogía el metro, que es lo que hacen millones de madrileños cada día, como si esa hazaña fuera la de la sonda «New Horizons» de ayer. Cuando publicamos que Carmena había cogido un taxi ardieron las redes pidiendo cabezas de dóberman y ahora sólo ladran los grillos excusando a una señora de edad tal que a la abuela rockera. Mientras la ciencia alcanza un planeta, la capital se achicharra en el infierno del esperpento. De Madrid al cielo sólo hay kilómetro y medio.