Alfonso Ussía

Carta al director

Querido Director: He leído con interés y respeto tu carta al Presidente del Gobierno. Pocas personas como tú lo conocen. Has dado la cara por su persona y sus políticas hasta límites cercanos a la heroicidad. Has defendido su probada honestidad y decencia pública. Y has apoyado su acierto, no por todos bien interpretado, de mantener a España a salvo del rescate en contra de la opinión de la mayoría de los grandes empresarios españoles y expertos en la materia. En ocasiones, Paco, y bien lo has padecido, tu lealtad ha sido desdeñada por quienes no conocen el significado de la honradez intelectual. Que has acertado en una buena parte de tus opiniones lo demuestra el maltrato personal que te han regalado los resentidos. Un maltrato culminado de insultos, amenazas y desdenes, cuando no de coñas desairadas y repulsivas. No he compartido muchas de tus opiniones, ni he asumido el contenido de numerosos editoriales de nuestro periódico, y cuando me he visto ética y moralmente obligado a hacértelo saber, siempre has recibido mis desavenencias con señorío y tolerancia.

LA RAZÓN, entre sus principios y sus valores, ha destacado siempre por su convicción de que el derecho a la vida es el fundamental bien del ser humano. Y se mantiene donde estaba porque los principios y los valores no son ni objetos de mercadería ni sujetos expuestos a los vaivenes de los intereses políticos. En la campaña electoral que llevó al PP a poder formar un Gobierno con el apoyo de una holgada mayoría absoluta en el Congreso y el Senado, se hizo especial hincapié en la derogación de la actual legislación del aborto, la llamada «Ley Aído», que permite que en España puedan ser eliminados cada año del futuro y de la vida cien mil seres humanos antes de nacer. Hay casos en los cuales la interrupción del embarazo puede ser interpretable entre el bien y el mal. Pero la mayoría de los abortos que se practican en España son consecuencia del egoísmo, una errada planificación sexual o un mero capricho. «Las mujeres tienen que ser libres para hacer con su cuerpo lo que ellas decidan». Estoy completamente de acuerdo. Pero si en ellas, y no por casualidad, vive otro cuerpo con el único fin de nacer, ese derecho a la plena libertad desaparece. Decía la hoy neoyorquina Aído que un feto sólo empieza a ser humano a las veinte semanas de gestación. Es decir, que una hembra preñada de lince ibérico merece todos los cuidados desde el principio de su gestación por llevar en su seno a dos pequeños linces, y a una mujer no se le reconoce ese derecho porque aquello que vive en su interior ni es humano ni es nada. Se confunde la defensa de la vida con la religión, cuando se trata de un problema estrictamente moral.

Has escrito, Director,una carta valiente al Presidente del Gobierno recordándole su compromiso con la defensa de los más indefensos. La Ley Gallardón, reforma de la «Ley Aído», ha sido aparcada por el PP en beneficio de un puñado de votos. Recuerdas al Presidente que los principios, valores y promesas no son canjeables. Además, esos votos que se perderían serían un puñadito comparados con los que se perderán si el Gobierno, inducido por un sociólogo que atemoriza al PP por sus conocimientos internos, incumple su promesa.

Tu carta es admirable y la suscribo del principio al final. Pero te has equivocado de destinatario. De haberla dirigido a Soraya Sáenz de Santamaría o al mismo Pedro Arriola, tu justa preocupación hubiera tenido más efecto. Un fuerte abrazo y enhorabuena.