César Vidal

Cataluña será independiente (II)

Mi conocido me ha dejado pasmado con las previsiones que él y los suyos han hecho sobre la inmediata independencia de Cataluña. Pero, tras pintarme la situación económica, no ha terminado. «Look, lo peor que tiene Cataluña es la demografía», me dice adoptando un tono circunspecto, «cuenta con la mayor proporción de musulmanes de toda Europa. Después van los castellano-parlantes y luego los catalanes redneck». «No creo que ése sea el término más adecuado...», sugiero. «Maybe..., pero tu me entiendes», dice. «En términos demográficos, Cataluña es casi un cadáver. Primero, vendrá la independencia y la devaluación, luego la invasión y la compra». «No sé si te entiendo...», musito. «Desde hace años tenemos dispositivos en Cataluña dedicados a vigilar el crimen organizado y las redes terroristas islámicas. En colaboración con las autoridades españolas, ¿eh? Well, cuando Cataluña sea independiente, se convertirá en un lugar ideal para las mafias y los terroristas. La devaluación impedirá que los catalanes puedan comprar, pero los extranjeros... los extranjeros comprarán propiedades casi californianas a precios griegos. Salvo algún lugar perdido, los bienes, especialmente los inmobiliarios, cambiarán de manos en muy pocos años de forma espectacular. Será la oportunidad para realizar grandes negocios si existen las conexiones adecuadas y las conexiones existirán porque los políticos catalanes no podrán encontrar otra manera de que su indispensable deuda sea financiada». «Vamos a sentarnos, por favor», le digo porque siento realmente mal. «Entonces», retomo la conversación, «¿lo que tú me estás diciendo es que, tras la independencia, Cataluña saldrá del euro, devaluará la moneda...». «No tiene otro choice», me interrumpe mi interlocutor, «... y, mientras aumenta la población extranjera, especialmente islámica», prosigo, «los precios de las propiedades se dispararán hasta tal punto que sólo los podrán comprar inversores venidos de fuera?». «Podría señalar algún matiz», me responde, «pero, fundamentalmente, eso va a ser lo que sucederá». Respiro hondo y desolado. «No comprendo por qué te lo tomas así», me dice sonriendo, «a España le va a ir muy bien gracias a la independencia de Cataluña...». «Es que yo creo que Cataluña es parte de España», le digo, «y además todo ese proceso sería contrario a la legalidad». Mi interlocutor me lanza una mirada mezcla de ternura y picardía. «Entiendo, pero es que no necesitan ni la legalidad ni tampoco un referéndum. Bastará con que su parlamento proclame cualquier día una declaración unilateral de independencia. Como en Kosovo. Más vale que lo creas: Cataluña será independiente. Dentro de muy poco».