Toni Bolaño
«Cataluñagate»
En Cataluña caen chuzos de punta. Tantos como en el resto de España, pero los catalanes tenemos de todo. El «Cataluñagate» no tiene nada que envidiar al Watergate. No tenemos hotel, pero tenemos restaurante. No hay republicanos ni demócratas, pero sí populares, socialistas y nacionalistas. Los ingredientes dejan la realidad deja a la ficción en mantillas.
Políticos grabados por teléfonos ocultos en un florero. Restaurante con reservados frecuentados por la flor y nata de la política, jueces y empresarios. Políticos que, supuestamente, encargan grabaciones de adversarios. Políticos que, supuestamente, encargan informes de miembros de su propio partido. Agencias de detectives que han estado en todas las salsas en los últimos años. Ex trabajadores de la agencia de detectives que, supuestamente, han montado un mercadillo de informes. Directivos de seguridad del Barça que son militantes de CDC. Con experiencia demostrada en su etapa blaugrana vigilando, de cerca, a cuatro vicepresidentes.
Ex novias de hijos de ex president de la Generalitat que cantan la «parrala». Hijos de ex president que han tenido una vida llena de pingües beneficios económicos. Hijos de ex president que son la piedra angular de los nacionalistas a punto de ser imputados por, supuestamente, amañar concursos con empresarios amigos. Mafia rusa que se lleva por delante a un diputado nacionalista, ex acalde de Lloret.
Medios de comunicación, de todos los colores, que conocen muy de cerca al jefe de la agencia de detectives. Políticos que en privado son personas, tienen conversaciones de personas, pero que luego transcritas hacen sonrojar al más pintado. Políticos que lo niegan todo y que amenazan con querellas. Políticos espiados. Policías que no dan abasto buscando y leyendo dossieres. Hermanas de detectives que son responsables jurídicos de un partido. Ministro del Interior, catalán. Financiación ilegal de partidos, supuestamente claro. Desfalco en la mayor institución cultural, el Palau de la Música. Los autores confesos del robo en la calle. Dirigentes nacionalistas imputados. Su sede depositada como fianza.
Bronca política. El nacionalismo catalán, muy dado a envolverse en la bandera cuando vienen mal dadas, se ha puesto encima un mínimo de tres esteladas. Dicen que el «Cataluñagate» es un ataque contra el proceso soberanista. A pesar de la excusa, no pueden negar que algo huele mal bajo las alfombras. Mientras, más recortes. La paga extra vuelve a volar, muchos perderán el empleo y, los más, verán el salario recortado. Entre corrupción y soberanismo, Cataluña está paralizada.
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