Julián Redondo
Cazarlas al vuelo
El Atlético se ha mudado a la zona residencial de la clase alta europea y no desentona. Es uno de los ocho mejores equipos del continente; ha adquirido una posición que los resultados avalan: tras la liguilla de grupos y los octavos, permanece invicto. Todo son victorias menos el empate en casa del Zenit por un autogol de Toby. Ejemplar, y como tal responde la afición, ferviente, incansable, mayúscula, el jugador número 12 que avisa a navegantes para próximas confrontaciones continentales: el Calderón es inexpugnable y sus futbolistas se lo han creído. Pinchazos en la Liga como en Almería o Pamplona en la «Champions» son inadmisibles. Y como la fe de su entrenador, que ambiciona jugar la final del 24 de mayo en Lisboa, y ganarla, mueve montañas, escuadras con tanta historia, sólo historia, y pedigrí, sólo pedigrí, como el Milan terminan avasalladas.
El equipo de Seedorf busca la identidad perdida apenas sostenido por viejas glorias como Kaká o Robinho, futbolistas en retirada. El Atlético es raza, descaro y frescura, impulsado por tipos como Diego Costa, que cada día es un poco mejor. En la «Champions» ha conseguido 7 goles en 5 partidos; el primero que metió al Milan lo cazó al vuelo, que es lo que hace el Atleti en esta competición, explotar al máximo sus posibilidades y exprimir al límite las debilidades del adversario. El 4-1, ese segundo tanto del nuevo internacional español –sigo pensando que su convocatoria es una fantástica noticia para «La Roja»–, llegó cuando el final del partido era la mejor noticia que podían recibir los italianos, y subió al marcador porque Costa no se relaja nunca. Ostenta esa ambición que sólo la capacidad de ansiarla puede producir.
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