Julián Redondo
Centenario
La ansiedad, principal enemigo de Fernando Torres, le obliga a tomar decisiones erróneas cuando se enfrenta al acto de la verdad: el gol. Controles mal dirigidos, remates precipitados y regates exagerados que, mezclados con las respuestas adecuadas del portero y los defensas, le amargan la tarde. Estancado en el 99, busca el gol 100 con la angustia del viajero perdido en el desierto frente al espejismo. «Llegará», le han dicho sus compañeros y su entrenador, que destaca la calidad de sus entrenamientos, su trabajo y su compromiso. A Griezmann le basta un disparo en todo el partido para alcanzar la felicidad; incluso Thomas ha tocado el cielo. «El Niño» no puede, no llega, no acierta, como le ocurre a Jackson Martínez, sólo que en su caso duele más porque es el símbolo rojiblanco, privilegio que comparte con Simeone, por ahora.
Las buenas relaciones entre los directivos de Stamford Bridge y del Calderón han deparado ventajosas operaciones para ambos, algunas de ida y vuelta. Courtois fue un regalo de Abramovich mientras defendió la portería colchonera. Luego regresó Mourinho a Londres, repescó al guardameta y echó el lazo a Diego Costa, a Filipe Luis y a Tiago, traspaso que finalmente no cuajó. Si «Mou» hubiese sido mánager se habría llevado también al técnico, que le ganó una Copa en el Bernabéu. Ahora el «Special» engrosa las listas del paro mientras el Cholo se consagra junto a la ribera del Manzanares con un nuevo e ilusionante proyecto. Sus éxitos despiertan el interés de los clubes más poderosos de Europa; el Chelsea es uno de ellos y lo quiere en junio de 2016. La libertad de Simeone cuesta 20,6 millones de euros.
La cantidad no será un freno para el magnate ruso, a quien Mourinho le ha dado todo –disgustos también– menos la «Champions».
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