Fútbol

Fútbol

Chaparrón

La Razón
La RazónLa Razón

Si el Barça gana en San Sebastián serán 19 puntos de diferencia. Ni sol ni luna. Bruma y oscuridad; niebla, lluvia, la caja de los truenos reventada. No es sólo un chaparrón medioambiental. La tempestad intimida; el aficionado ruge y el eco de la desdicha es ensordecedor mientras se hace el vacío en el abismo. Y en el precipicio, en caída libre, el Madrid, que ha perdido con el Villarreal... También con el Villarreal, que nunca alzó los brazos en el Bernabéu. Otra derrota que añadir a la sufrida con el Betis, siempre imprevista, y con el Barcelona, tan dolorosa. La temporada que apuntaba a sextete, euforia demesurada, vira hacia el desastre. Giro involuntario. No es dejadez sino desencanto; no es abulia sino impotencia, y un pelo de mala suerte.

Dos tiros al palo de Cristiano, varias ocasiones de gol; Asenjo, portero y héroe. Dominio y posesión, más que ideas. Agua. La desilusión y la desesperanza adquieren relevancia incluso en la desanimada grada de animación cuando en el segundo tiempo acelera el Villarreal, el Madrid pierde velocidad y ni siquiera encuentra a Bale, ni éste al equipo. Cada loco con su tema, cada jugador blanco con su guerra... frente al bloque amarillo. Inexpugnable. Murmullo de inconformismo; atemoriza el rumor de aquella victoria del Betis. El talento, acogotado, encogido, y las ideas colectivas como si hubieran prolongado las vacaciones de Navidad.

El madridista echa cuentas porque del arreón habitual no hay noticias. Ni siquiera sonríe la fortuna, en otros tiempos aliada incondicional. Veintiocho disparos a puerta –21, desviados–, 11 saques de esquina y en el décimo el balón sale del área del Villarreal. Contragolpe del «Submarino» que concluye con el Madrid en desbandada, la defensa descolocada y, en lugar de un torpedo, la impía vaselina de Fornals. Fin de la primera vuelta. El chaparrón empapa a Zidane.