Alfonso Ussía

Cincuenta años

La Razón
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Hace cincuenta años nació el Rey. Y pocos días más tarde se celebró su bautizo, que fue un acontecimiento político. Su madrina, la Reina Victoria Eugenia, que volvió a España desde su despedida el 15 de abril de 1931. Y su padrino, Don Juan De Borbón, el Rey de derecho que no de hecho en el exilio. La llegada de la Reina Victoria a Barajas, recibida por su hijo Don Juan, fue apoteósica. Decenas de miles de personas en Barajas, en la calle de María de Molina, en el recorrido de los desterrados. La Reina Victoria en Liria y el Rey Don Juan III –sí, ya sé que molesta–, en casa de Alburquerque. El bautizo en La Zarzuela, una tarde sin frío. Don Juan entró en La Zarzuela por la puerta trasera para evitar coincidencias. La radio-macuto funcionó, y allí nos congregamos más de un centenar de personas. Llegó con el duque de Alburquerque, que conducía el coche, sentado a su lado, en la parte delantera. El duque, era un personaje de El Greco al volante. Don Juan, una enormidad humana y emocionada. –¿Cómo os habéis enterado que entraría por aquí?–. –Radio-macuto, Señor–. –O sea, que se ha ido de la lengua el duque–. Y Alburquerque asintió.

El tercero de los hijos de Don Juan Carlos y Doña Sofía, todavía Príncipes de Asturias. Franco y Doña Carmen, «secos, pero cordiales», según Don Juan. De los invitados, el único que se resistió a saludar al Conde de Barcelona, el Almirante Carrero Blanco. No es cierto que la Reina Victoria Eugenia le dijera al Jefe del Estado: –General, elija para el futuro de España a uno de los tres–. Don Juan ya estaba descartado. Don Felipe, en su cuna, era una diminuta sombra del futuro. Franco ya había elegido. Y la Reina lo sabía.

Cuando fallece el Generalísimo, Carrillo desde París denomina a Don Juan Carlos, «Juan Carlos I el Breve». Gracias a él fue amnistiado, y gracias a su amnistía general no tuvo que enfrentarse a su sanguinario pasado de asesino. Es cierto, que en contraprestación personal y egoísta, Carrillo optó por la transición del mismo modo que Fraga, en la otra lejanía, aunque Fraga no tuviera sangre inocente en su pasado. Y el Príncipe fue Rey y Don Felipe Príncipe de Asturias. Don Juan vivió en España sus últimos años y murió reconocido por casi todos los españoles de buena voluntad.

Don Juan Carlos fue un Rey extraordinario. Se quitó a sí mismo sus poderes ilimitados, impulsó la transición y España se convirtió, gracias a su Constitución, en una Monarquía Parlamentaria. Una España no del todo bien comprendida por cercanías interesadas en su fracaso. Y Don Felipe siguio los pasos de su padre. Academias Militares, aprendizaje de idiomas y preparación política e institucional severa.

Aquel niño recién nacido tiene hoy cincuenta años. Ha superado con diferente carácter y temperamento la dificultad de ser el heredero de su padre. Sin extralimitarse un centímetro en sus atribuciones, ha sido el Rey valiente que ha devuelto la esperanza a millones de españoles que han sufrido en silencio el abandono de sus políticos. Me refiero a los catalanes que no supieron reaccionar hasta que el Rey impulsó con su palabra la inacción de los acomplejados.

Hoy, aquel niño se ha hecho un Rey a su medida, que es la medida de la libertad, los derechos humanos y la Constitución que nos rige. No ha tenido dudas ni agobios. En el peor momento de España, como nación, ha sacado a España del estiércol de los paletos traidores.

Yo estuve hace cincuenta años en la puerta trasera de La Zarzuela, esperando a su abuelo, el día de su bautizo. Y me enorgullece recordarlo.