Alfonso Merlos

Cinismo a raudales

A ver si se entiende. Hay políticos que no se pueden dedicar a orinar sobre los ciudadanos y a decirles a continuación que en realidad está lloviendo. La actitud de Griñán no tiene ni medio pase. Es terrible. Se le perdieron centenares de millones de euros que fueron robados a los parados. Ha dejado una región con un 37% de paro. Se pide su imputación en un auto judicial demoledor que le obliga a explicar la trama de los falsos ERE. ¡¿Y qué se le ocurre a este buen hombre?!

De un lado, descalificar furibundamente a la juez Alaya (¿hay algo más antidemocrático?). De otro, erigirse de la noche a la mañana en senador (por obra y gracia de los socialistas, ¡faltaría más!). Así que, lejos de contar con pelos y señales lo que conoció o lo que debió conocer y nunca conoció, se lanza a la fuga, busca un burladero, se tapa, se inmuniza, corre en busca de la imposible impunidad (¡qué valentía!).

Es evidente que el ex presidente de la Junta de Andalucía deja de relieve que la calidad de buena parte de nuestros dirigentes, empezando por los del PSOE, es bajísima, ínfima. Pero no sólo eso: el hombre que recibió el desastroso legado de Chaves para empeorarlo hasta extremos tremebundos (¡toma mérito!) da la razón a los españoles que entienden que hay razones más que fundadas para estar hasta el copete de muchos de nuestros cínicos e incompetentes políticos.

Decía el clásico que hay dos clases de cobardes: los que huyen hacia atrás y los que huyen hacia delante. La de Griñán es –digámoslo sin ambages– una huida esencialmente sin sentido, fallida. Al tiempo.