Julián Redondo

Cita a muerte con «guasap»

Cita a muerte con «guasap»
Cita a muerte con «guasap»larazon

Un aficionado del Atlético y otro del Deportivo intercambian las bufandas en las gradas del Vicente Calderón y el resto aplaude, confraternizan. Es un gesto. Forma parte de la esencia del fútbol: el respeto al adversario. Unos radicales del Frente Atlético y otros de los Riazor Blues, sujetos que utilizan el fútbol como excusa para cometer todo tipo de fechorías y en varios casos con ficha policial por sus antecedentes penales, se citan por «guasap» y quedan en las inmediaciones del Vicente Calderón para molerse a palos y lo que surja, incluso un asesinato si se tercia, provistos de navajas, palos, barras de hierro y otros utensilios que no sirven para animar en un partido, sino para reventarlo. Es una atrocidad y no los gusta el fútbol. Conviene discernir entre aficionados y delincuentes; entre gente de bien que se cita en el estadio para pasar un rato, mejor o peor, según el espectáculo deportivo y el resultado, y los que acuden a los campos para gritar barbaridades, silbar mientras suenan los himnos, lanzar objetos al campo, provocar disturbios y quedar con el enemigo, de su misma ralea, para matarse y convertir una tranquila calle de cualquier ciudad de España, pongamos que hablo de Madrid, en un campo de batalla.

Estas «quedadas» son más esporádicas que habituales, gracias a Dios, y resulta más difícil entender cómo se pueden tener ideas tan asquerosas y un corazón tan negro que evaluar el coeficiente intelectual de estos delincuentes, en torno a cero. Pero tienen cobertura, de los clubes, naturalmente. En la primeras elecciones a la presidencia del Madrid que ganó Florentino Pérez, los Ultra Sur le ofrecieron 3.500 votos por 20 millones de pesetas. Los rechazó. Otro candidato pasó por el aro... y perdió. Laporta sufrió amenazas de los Boixos por echarlos del Camp Nou y Florentino ha procedido a la disolución de los ultras. En el Frente hay seguidores y delincuentes; todos localizados e identificados. Es hora de que los clubes expulsen a los violentos de los estadios.