José María Marco

Ciudadanía y política

Ante la encuesta del CIS, algún entrevistado podía haber contestado como William F. Buckley, liberal, católico y conservador norteamericano, que votaba siempre al partido más a la derecha... con posibilidades de gobernar. Esta recomendación, que ha sido válida para comportarse individualmente, tal vez ni siquiera sirva ya para eso: parece que nos encaminamos a una situación política en la que la distinción entre derecha e izquierda se difumina y se acentúa, en cambio, la diferencia entre partidos del sistema y partidos antisistema. En nuestro país, la situación cobra cierta originalidad, porque nunca se sabe si el PSOE –o lo que queda del PSOE– es de los primeros o de los segundos.

Conviene preguntarse, por tanto, qué debemos hacer, más allá del voto, ante un panorama tan nuevo. Habiendo dejado por un momento entre paréntesis la distinción derecha/izquierda, hay que recordar los principios y las virtudes que compartimos un amplio grupo de ciudadanos españoles: la unidad de la nación, la Monarquía parlamentaria, la democracia liberal, la Unión Europea, los valores morales deducidos del cristianismo (y del judaísmo) como la libertad, la defensa de la vida, la igualdad, la solidaridad y la compasión (hay quien prefiere hablar de empatía, da igual). Si estos principios siguen siendo válidos, y no parece que hayan dejado de serlo, ahí está la raíz de una opción política en el sentido amplio. Es ahí donde hay que acudir frente a los que ofrecen simplificaciones, demagogias y recetas fracasadas.

Habrá quien piense que eso, más que una posición política personal, es lo propio de una estantigua institucional, sin interés para nadie. No será así si salvaguardamos la distancia, es decir el humor y la ironía, y si mantenemos al mismo tiempo la aspiración a la seriedad, el rigor y la honradez ante un mundo siempre difícil de interpretar y de comprender. En realidad, lo nuestro no es hacer política, por mucho que los nuevos y los viejos populistas, que son lo mismo, nos quieran convencer de que siempre hay un palacio de invierno que asaltar. Lo nuestro es, más bien, ayudar a abrir la vía por la que las posiciones ante la política se impregnen de lo fundamental, que son los principios antes evocados. Y eso con independencia de cuál sea el gobierno, si lo es de derechas o de izquierdas, o incluso si lo es de pura y simple defensa del sistema. La ciudadanía es la dimensión política del ser humano, pero la ciudadanía no se construye sólo con materiales políticos.