Manuel Coma

Clase media, licenciados y lobos solitarios

La Razón
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El motivo lo es todo a la hora de definir como terrorista un atentado. En el caso de la masacre de San Bernardino (California) ya no hay duda. Aunque los perpetradores trataron de borrar todas sus huellas y no cometieron su crimen al ritual grito de «Allahu akbar» (Dios es grande), el FBI da por seguro de que no se trata de uno de esos tiroteos de asesinatos al por mayor, que raro es el año que faltan en los Estados Unidos, en donde trágicamente resultan tan americanos como la tarta de manzana. Es, en el país, el acto de terror con más muertos desde el 11 de Septiembre.

Se trata, sí, de un matrimonio de auténticos lobos solitarios que fabricaron un pequeño arsenal de bombas caseras y se hicieron con sendos fusiles y pistolas de forma clandestina, a pesar de las facilidades que existen en el país para adquirirlas legalmente (no tantas en California). Borraron su disco duro, destruyeron sus móviles, pero la mujer, desde una cuenta que no era la suya, envió al Estado Islámico, poco antes del acto, un mensaje de adhesión. El grupo terrorista ha hecho público que se anotaba la fechoría en su sangriento haber. En contra de lo que con tanta frecuencia sucede en estos casos, la Policía no los tenía fichados. Eran lo que llaman en el argot «pieles limpias». La sorpresa, por tanto, ha sido total, como lo ha sido también para los compañeros de trabajo del marido, objeto del ataque en el que 14 perecieron y para los vecinos de la joven y discreta pareja de clase media acomodada, que había contraído matrimonio el año pasado y deja un bebé de meses.

Su perfil es muy distinto de sus homólogos europeos en fanatismo e inhumanidad, pero encaja bien en el muy diferente de los radicalizados americanos conocidos por la Policía por alguna implicación en terrorismo, consumado o intencional, jóvenes musulmanes o conversos poco llamativos, que comparten muchas características con el americano medio, con buen nivel educativo y profesional y rara vez afectados por la marginación social. Ahora, tirando hacia atrás de los hilos, las investigaciones van descubriendo las recientes etapas de progresiva radicalización, sin que aparezcan contactos directos con organizaciones yihadistas.

El caso confirma lo obvio, como no dejó de proclamarse a raíz de los acontecimientos de París: Estados Unidos, aunque desde el 11-S se ha protegido mejor y ha estado más al abrigo de atentados que Europa, de ninguna manera se puede considerar invulnerable. Su gran ventaja es que tiene menos población de riesgo que nuestro continente, la cual está mucho mejor integrada, pero aunque pocos se dejen arrastrar por la demencial atracción, también cuenta con deslumbrados por la bestial violencia del Estado Islámico, algunos de los cuales capaces de mantenerlo en el más absoluto secreto.

En Estados Unidos hay unos 47.000 sospechosos por todos los conceptos a los que no se les permite subirse a un avión, lo que va más allá de cualquier ley europea. Lo curioso es que a 2.000 de ellos no se les ha podido impedir la adquisición de armas, lo que se queda muy corto respecto a las normas de este lado del Atlántico.