Alfonso Ussía
Cobarde juglar del odio
El asesinato de Isabel Carrasco ha abierto las ventanas de la inmundicia que predomina en las redes sociales. No es posible figurar tanto odio escondido, perrofláutico, abominable. Todos los asesinos de la palabra escondidos en el anonimato. Se dice que están intentando las Fuerzas de Seguridad del Estado proceder a su identificación. Imposible, porque los enfermos anímicos se cuentan por decenas de miles. Todavía con el cuerpo caliente de Isabel Carrasco, una canción en su honor. Es de esperar que el autor de esta inmundicia inhumana tenga la oportunidad de explicar ante el juez el motivo de su depredación estercolada. Ahí, el cadáver de una mujer sobre una pasarela, y aquí la canción. Su autor se esconde, pedazo de cobarde, en el seudónimo de Mr. Gramola: «Hoy ha salido en las noticias que le han pegado cuatro tiros a una pepera, y por lo visto la causante de los tiros fue una misteriosa mosquetera». La marginación mental al amparo de la calumnia y la injuria. «La Policía anda buscando a la culpable porque se lo mandan desde arriba, pero yo creo que los cabrones están rebosantes de alegría». Estamos, aunque no lo parezca, en el siglo XXI.
«Una justiciera a la que admiro por su pulso y puntería, que ha dejado a España con un poco menos de porquería». El autor admira a quien mata y no se atreve a identificarse como su admirador. «Ha bajado el paro y en la INEM ya hacen cola porque hay trece nuevos puestos. También tendrían que morir trece concejales, uno por cada sueldo de Isabel». Muy prometedor y progresista.
«La gente se escandaliza, dicen que nadie merece morir y que no importa que seamos los segundos con más pobreza infantil en toda Europa». Aquí, el autor se desvincula del momento y envía un mensaje de protesta. «No se acuerdan de los desahucios, de suicidios, de recortes, y de abusos policiales. De policías corruptos que merecen en la cara cinco bombas nucleares». Gran poeta, mayor hijoputa.
«Isabel, quién fuera bala para poder traspasar todo tu cuerpo». Apología del crimen, canto a la sangre derramada de una inocente, vibración máxima del rencor y el odio.
«De qué te sirven ahora los tratamientos de belleza si los gusanos se comen tu cuerpo». Exacta emergencia de la envidia. Muy probablemente, el autor de esta mugre siente celos de los que se someten a tratamientos de belleza. En el párrafo siguiente, el canalla se convierte en «pueblo». Él es el pueblo, él representa al pueblo. Pobre pueblo.
«Gusanos, a los que, indirectamente, la comida se la hemos pagado el pueblo». No se puede concebir, amén de la estupidez, mayor perversidad, mayor inhumanidad, mayor enfrentamiento con la racionalidad que la demostrada, escrita, compuesta y no firmada por esta cañería bípeda.
Finalmente, el insigne cantautor que no quiere darse a conocer, lleva a Isabel Carrasco a las puertas del infierno. Y ahí la deja, abandonada, mientras le ofrece su última despedida: «Ahí te pudras, puta».
Creo conveniente que las Fuerzas de Seguridad del Estado se esfuercen en el empeño de averiguar la identidad de Mr. Gramola, ese cantautor que no se atreve a cantar sus baladas mirando a los ojos de la hija de Isabel Carrasco, por poner un ejemplo de fácil comprensión. No sólo para que sea juzgado por su vileza, sino también para liberar a la música y a la literatura de un asesino de la palabra. La actual legislación ampara a los cobardes. Las redes sociales se han enfangado de heces. El tal Mr. Gramola no puede irse de rositas. Un perfecto y cobarde hijoputa.
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