Salarios
Completar la reforma laboral
El arranque del Foro Económico Mundial de Davos ya nos ha dejado un primer titular para la economía española: nuestro país tiene dos grandes problemas de competitividad muy estrechamente vinculados con el mercado laboral. Por un lado, la escasa vinculación entre salarios y productividad; por otro, las dificultades para contratar a nuevos empleados. En ambas rúbricas, España obtiene un sonoro suspenso en el ranking de competitividad de Davos, lo cual no sólo debería preocuparnos por la mancha que constituye dentro de un foro tan internacionalmente influyente como éste, sino, sobre todo, por la rémora que ambos factores suponen para nuestro crecimiento y desarrollo.
Primero, desligar salarios de productividad es una receta perfecta para multiplicar el número de parados: aquellos trabajadores cuya productividad se ubique por debajo de los salarios tenderán a ser despedidos (en esencia, porque si un empleado crea menos valor dentro de la empresa que el coste que representa para la misma, tarde o temprano acabará abandonando la compañía). Los salarios deben evolucionar de la mano de la productividad para evitar que los sobresueldos de unos se conviertan en el paro forzado de otros. Por desgracia, la extensión de la negociación colectiva dentro de nuestra economía lleva a que sindicatos y patronal puedan pactar centralizadamente remuneraciones por encima de la productividad efectiva de muchos trabajadores, condenando a millones de ellos al desempleo involuntario.
Segundo, dificultar la contratación indefinida –a través de unos elevados costes de despido– también encarece artificialmente que muchos españoles puedan ser incorporados a la plantilla de una compañía. Bajo el pretexto regulatorio de que debemos proteger a los trabajadores mediante unas altas indemnizaciones frente al cese contractual, la legislación española erige unas barreras a la contratación que terminan convirtiéndose en infranqueables para muchos. En definitiva, los dos grandes puntos negros de la competitividad de España se hallan en su centralización salarial y en los elevados costes del despido. Si nos fijamos, esos dos fueron los principales aspectos que trató de solventar la reforma laboral de Rajoy en 2012. No en vano, los dos ejes de tal reforma –tan positiva para la creación de empleo– fueron descentralizar la fijación salarial hasta el nivel de empresa y rebajar las indemnizaciones por despido. Davos, empero, constata que la reforma laboral se quedó demasiado corta y que, como consecuencia, no estamos aprovechando todo nuestro potencial de crecimiento. Toca, pues, completar la reforma laboral ahondando en esas dos liberalizaciones que han quedado parcialmente pendientes.
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