Alfonso Ussía

Comprado, no; Al servicio, sí

La Razón
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Hace unos días, un troll de Podemos me acusó de estar comprado y al servicio de las Fuerzas Armadas. Se sumaron otros a la acusación. Les explico con sosiego mi situación. Desde que juré lealtad a la Bandera de todos los españoles, vivo inmerso en mi juramento. Estoy, pues, al servicio de quienes mejor la custodian, la honran y la defienden, que son los militares. Comprado, jamás. Si de algo presumo es de no haber percibido nunca compensación económica por los actos culturales que he tenido el honor de protagonizar en academias, regimientos y unidades militares de toda España. Quiero y admiro a los militares y me siento uno más entre ellos. Y les debo gratitud permanente. Ellos me dieron ejemplo de patriotismo, honestidad, disciplina, justicia, cortesía hacia los demás y vocación de servicio a España durante los 15 meses que vestí el uniforme en el Servicio Militar, allá en Camposoto, Real Isla de León, en San Fernando. En aquel Servicio Militar en el que convivían en igualdad de derechos y condiciones, 2.000 jóvenes españoles por cada reemplazo. No piensen los trolls de Podemos que mi vida militar fue fácil. Ingresé de recluta, me hice soldado al jurar Bandera, fui ascendido a cabo pocas semanas más tarde, y me licencié de cabo primero. Una carrera meteórica pero limitada. En aquellos quince meses compartimos alegrías, penas, trabajo, descanso, copas en la cantina y charlas entre los eucaliptos de la Almadraba, madrileños, castellanos, andaluces, murcianos, extremeños, valencianos, aragoneses, catalanes, navarros, vascos, montañeses, asturianos, gallegos, riojanos, baleares, ceutíes y melillenses. Y aprendimos a querernos y respetarnos, sin distancias ni supremacías. Desgraciadamente, aquella escuela de unión entre los españoles de todas sus regiones y clases sociales, se la cepilló, en un alarde de invidencia del futuro y de falsa progresía, el primer Gobierno del PP presidido por José María Aznar. Y hoy se advierte entre la juventud el desconcierto y rechazo que le producen la reunión de principios y valores que allí se enseñaban.

Llevo muchos decenios al servicio de España vestido de civil. Y cuando me reclaman, voy, sin pensarlo dos veces. Apunten los necios cercanos al rencor: Soy Socio de Honor de la Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil; Legionario de Honor; Lancero de Honor; Acorazado de Honor; Artillero de Honor; Regular de Honor; Paracaidista de Honor; Sanitario de Honor; Azor de Honor; Premio de la Fundación de la Guardia Civil, que me honró con la Medalla de Plata de su Orden. Y soy Marino de Honor de la Fragata «Extremadura», habiendo recibido de la Armada su Gran Cruz del Mérito Naval. Lo único –que es lo más grande–, que he recibido de los militares ha sido su amistad y su honor, y en mi vida familiar y civil he procurado que mis hijos transmitan a los suyos la admiración que siento por quienes no tienen otro objetivo en su vida que servir a España hasta el mayor sacrificio de entregar su vida por Ella, servir a los españoles, servir a la libertad y la democracia, cumplir con la Constitución, y defender la unidad de todos los territorios de España, peninsulares, insulares y las ciudades de Ceuta y Melilla. Ellos, los militares de Tierra, Mar, Aire y de la Guardia Civil, lo hacen cumpliendo con su deber y su vocación. Y este servidor de España y de muchos millones de españoles – no de todos, como los militares-, lo hace a su manera, escribiendo y tratando de convencer a los nuevos españoles de lo mucho que tienen que sentirse agradecidos a quienes velan por ellos, hacen guardia por ellos, navegan por ellos, custodian nuestro espacio aéreo por ellos, acuden a misiones en el extranjero por ellos, y guardan nuestra seguridad por ellos, renunciando a las riquezas materiales y quedando a merced, después de 40 años de servicio, de una pensión que en ocasiones, no supera a las ayudas económicas que recibe un refugiado por no haber hecho nada por España, o la que percibe un vago redomado – se cuentan por millones-, que vive de los impuestos de los españoles. En Podemos abundan. Ahí tienen a Iglesias, Colau, Maestre, Espinar, Garzón, Pisarello Echenique y demás miembros de la banda, doblando o triplicando la pensión de un general o un almirante después de 40 años de servicio a España.

Soy un militar civil desde que recibí la cartilla . Al servicio de ellos estaré siempre. Comprado, jamás. Esto último es propio de algunos políticos, no de soldados.