Alfonso Ussía

Con vosotros, compañeros

No he sido excesivamente generoso con los sindicatos. Me consta que ni Méndez, ni Toxo, ni el guaperas de Cajamadrid, ni los dirigentes sindicales de Andalucía, desean ampliar con mi persona su interesante círculo de amistades. Y lo lamento, porque en el fondo me considero en deuda con ellos y los admiro profundamente por la gran labor que llevan a cabo. Me sitúo entre los muchos que han escrito que Comisiones Obreras y UGT no sobrevivirían sin las subvenciones que reciben del Gobierno –de cualquier Gobierno–, a cargo de los contribuyentes. Que la antigüedad de sus formas y sus fondos les han impedido progresar como han hecho otras importantes formaciones sindicales en Europa. Que comen y beben más de la cuenta a costa de los parados. Que se mueven sometidos a las órdenes de dos partidos de la izquierda española. Siempre se ha identificado a CCOO con el PCE –ahora IU–, y a UGT con el PSOE. Que han convertido la manifestación del 1 de mayo en una romería aburrida. Que sus dirigentes han extraviado sus orígenes y respiran, viven y aman con mismos tics que los burgueses adinerados, que también los hay estafados y arruinados como decenas de miles de obreros. En fin, me considero culpable de haber escrito cosas tan lejanas a la simpatía de los sindicatos, y prueba de ello y de mi arrepentimiento, es el presente artículo, orientado hacia el elogio, la gratitud y el apoyo a su inconmensurable labor.

Lo están haciendo tan bien, que en unos pocos años va a resultar innecesario solicitarles un cambio de rumbo. Los ERE de Andalucía, las facturas, las cenas y las comilonas no pueden considerarse escándalos, sino meramente fallos, fallitos propios de todas las grandes organizaciones. Y he escrito que en unos años va a resultar innecesario pedirles un cambio de rumbo, porque al paso que van, y gracias a la credibilidad creciente que han alcanzado con su gestión, es muy probable que no haya que pedirles nada. Y ese detalle es muy de agradecer. En los últimos dos años, de Comisiones Obreras se han dado de baja 60.309 afiliados, que no es cifra preocupante, por otra parte. Y si no es alarmante perder más de sesenta mil afiliados, nada tiene que preocupar que hayan dejado de pertenecer a UGT 40.561 militantes de cuota. En total, más de cien mil afiliados a los sindicatos mayoritarios han concluido sus relaciones con las grandes centrales y se han devuelto los regalos, por entender que en el intercambio de obsequios y utilidades, los afiliados nada percibían y los dirigentes se mantenían a su costa. El elogio es sincero. Tengo para mí que unos sindicatos como los actuales son focos de infección democrática, y su propia labor está desinfectando las gusaneras, de ahí que me proponga, a partir de ahora, animar a sus responsables a seguir en el cargo y en el empeño para celebrar en un futuro cercano su elegante desaparición. Claro, que para ello sería imprescindible que el Gobierno los privara de las multimillonarias subvenciones que perciben a cambio de que los sindicatos favorecidos insistan en quebrar el sistema democrático y mandar a los subvencionadores a la porra, que en ocasiones se me antoja un contrasentido más que merecido. A partir de ahora, se añadirán a las ingentes sumas del dinero de todos los contribuyentes destinadas a los sindicatos, las cantidades que compensen las más de cien mil cuotas que han volado de sus arcas.

Esta situación es posible que altere la armonía diaria de los dirigentes sindicales, que las críticas arrecien, que las voces se alcen, que los dedos señalen y los puños cerrados, como en Rodiezmo, brillen por su ausencia mientras se entona una «Internacional» que no suena. No cuenten con mi animadversión. Si los sindicatos se comprometen a perder cincuenta mil afiliados todos los años, pueden considerarme desde ahora como uno más de los suyos. Es más, me comprometo a compartir pancarta de cabecera en cualquier manifestación con autobuses alquilados y a defender el mensaje que crean oportuno.

La democracia y la libertad estarán eternamente agradecidas a quienes con tanta cordialidad y eficacia se van a autoinmolar en beneficio de otras formaciones obreras y trabajadoras del siglo XXI que defiendan de veras a sus afiliados, vivan de sus cuotas y luchen por la dignidad de los trabajadores sin las trabas, resentimientos y lugares comunes del siglo XIX. De corazón, gracias, y estoy con vosotros, compañeros.