Toni Bolaño
Congreso extraordinario
Pere Navarro no quiere dejar de protagonizar la actualidad política, aunque sea para evidenciar la fragilidad del proyecto –si es que lo hay– de los socialistas catalanes. En esta semana se ha salido de la tabla. Ha batido todo un récord para destruir un partido en el menor tiempo posible y entrar en el Guinness. En esta semana ha colocado al PSC y al PSOE al borde de la ruptura –que parece toda una evidencia–; se ha cargado a un peso pesado del PSC de la anterior etapa, José Zaragoza, y se ha desprendido de Carme Chacón. Como si los tiempos en el PSC estuvieran para prescindir de gente.
Zaragoza paga el pato de su desaguisado. Navarro ordena a los diputados del PSC romper la disciplina de voto, pero el que dimite es Zaragoza. El PSC se queda sin su hombre en la dirección del grupo socialista en el Congreso. Navarro no se arredra y ya le pide a Rubalcaba sustituto de Zaragoza para mantener la cuota catalana. Como si no hubiera pasado nada. Habría que saber si también le está buscando sustituto en la ejecutiva federal.
Chacón cogida entre dos fuegos se niega a dar apoyo a una propuesta «trampa» de CiU a favor del derecho a decidir. No sigue la consigna y la amenaza no tarda en llegar: no será candidata si no asume la consulta. Dice el PSC que el derecho a decidir no tiene nada que ver con la secesión. Que se sepa, el nacionalismo catalán aspira al derecho a decidir como primer paso a la secesión. Que se sepa, no quiere utilizarlo para votar sobre recortes ni sobre desahucios, ni tampoco sobre modelo educativo. En pocas palabras, el derecho a decidir es un puro eufemismo independentista. Decir que no es igual a soberanismo es una memez de considerables dimensiones, y darle pábulo una torpeza mayúscula.
Con una estrategia que se escapa al común de los mortales, incluidos los pasmados militantes, Navarro ha elevado a su máxima potencia la esquizofrenia en el socialismo catalán. Votar «sí» a la consulta en el Congreso y no en el Parlament ha dejado noqueado al socialismo, español y catalán, ya de por sí muy debilitado. Quizás ha llegado el momento de que el PSC asuma su propio derecho a decidir en un congreso extraordinario. Que debata sin tapujos, sin prejuicios. Que se ponga un día rojo –de verdad– y no ciento colorado.
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