Iñaki Zaragüeta

Consecuencia inevitable

Es el fruto inevitable de haber transferido la educación durante los últimos 33 años a un régimen nacionalista, cuyo objetivo final se centra –nunca lo escondieron– en la independencia. Tras recibir una formación de odio a España y a lo español, enseñanza de una historia tergiversada y la dura crisis económica, no puede sorprendernos que cada día sea mayor el sector secesionista, en imparable ampliación conforme más extensa sea la capa social que ha recibido esa instrucción.

Dicho esto, como sucede en esta forma de gobernación, los límites éticos dejan de existir hasta derivar en el mcluhiano «el medio es el mensaje», sólo que el medio utilizado es bicéfalo. Por un lado, la trascendencia transmisora de la televisión. Por otro, los niños, que siempre son más propicios a la sensibilidad del receptor. En cuanto al mensaje, es evidente su naturaleza: lograr un pensamiento uniforme a través de los medios de comunicación a partir de que, como defendía Mc Luhan, «somos lo que vemos» y «formamos nuestras herramientas y luego éstas nos forman». Con semejante escenario, la racionalización es lo último que cabe esperar.

La aparición de los peques por parte de TV3 no sólo desvela la prioridad de lo público al servicio de una causa, con el agravante de excluyente respecto a una buena parte de Cataluña, sino la instrumentalización vergonzosa de quienes aún no han tenido la posibilidad de conformar su propia personalidad. Proclamas como «al final España se rendirá», «en 1714 dejamos de ser independientes» puestas en boca de los niños rezuman sentimientos de odio y falsedad. ¡Qué lejos de Platón: «la educación más eficaz consiste en que el niño juegue con cosas bellas»! Así es la vida.