Ángela Vallvey
Cordero fiscal
Históricamente la mentalidad política española es fruto del cruce, la mezcla o el enfrentamiento, de tres socialismos de honda raigambre hispana: 1) un socialismo marxista, que proviene del comunismo, 2) el socialismo que desciende del obrerismo fascista, 3) el socialismo de origen cristiano, que puede comunicarse con los dos anteriores mediante clericalismo y/o anticlericalismo. Así, es lógico que exista la tendencia a exprimir con impuestos directos a una parte del cuerpo social –que no puede «evadirse» de ninguna manera–, y/o a varearnos a todos con impuestos indirectos. Con la excusa de que el Estado reparte y otorga a los mortales contribuyentes la justicia social que la vida no concede graciosamente, pagamos hasta por parpadear, normalmente siempre los mismos por los siglos de los siglos. Pero quien parte y reparte se lleva la mejor parte, y los casos de incompetencia y/o corrupción institucional son ejemplo en tasa viva de que no siempre funciona esa justicia distributiva de bienes terrenales que debería ejercer el fisco, del que la mentalidad mayoritaria española tanto espera. España es ideológicamente socialista por varias ramas parentales, pero lo mismo podría decirse del resto de Europa. Eso legitima la aparente persecución, últimamente de moda entre las haciendas europeas, del paraíso fiscal. Mientras Europa mantiene descarados paraísos fiscales (Gran Bretaña y Gibraltar o sus islas del Canal, la simpática Irlanda que no cobra impuestos a escritores y artistas, Luxemburgo y sus sepa Dios qué almacenados en bancos impenetrables...), mientras el paraíso fiscal existe en Europa, las autoridades competentes exigen «la persecución» del paraíso fiscal, quieren que sus agencias tributarias famélicas echen mano a ese dinerito «oculto» pero a la vez promulgan leyes que lo impiden, así que... nos crujen a los corderitos fiscales.
(Propuesta: ¿y no sería mejor que aumentasen los paraísos en vez de los infiernos fiscales...?).
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