Pedro Narváez

Corrompemos

Pablo Iglesias empieza a virar del populismo a lo popular, no al Partido Popular, aunque al cabo los dos vienen del pueblo, sino a lo que el término tiene de folclórico. Pelo tiene para una peineta. La intención es que esos millones de votos que se le presuponen se hagan cada vez más transversales. Por eso se arrima ya a personajes que no inviten al miedo y el desasosiego. He ahí su inteligente aplauso al Papa en el Parlamento Europeo. Pablo, que preconiza el aborto libre y reniega de los «privilegios» de la Iglesia, se cayó queriendo del caballo y dejó su escaño libre al dia siguiente cuando el asunto a tratar era el paro que a quién le importa cuando basta decir que el trabajo se reparte y se acaba el problema. Pregunten a su número dos, Errejón, que sabe cómo acabar con el desempleo: con un amigo que pague las becas. O a su pareja, Tania Sánchez, a la que sentaría mal un escrache «machista» por sus entresijos municipales. No vendrán a enriquecerse pero esta mujer ya ganó 50.000 euros por vender un piso de protección oficial. Stop desahucios. Sobre el programa económico, lo que cantan en mi tierra: «Con las bombas que tiran los fanfarrones se hacen las gaditanas tirabuzones». Con tales ideas, usted y yo sacamos a España no de la crisis sino de la catacumba. Con Franco estaba prohibido el despido libre y se pagaban 65 días por año trabajado. Pero para que esa fórmula de los años sesenta tuviera éxito Pablo tendría que pasarse a la minifalda sin que nadie le mirara por la calle, remota posibilidad aunque no imposible a la vista de cómo van algunas de sus señorías a los guateques del Congreso. Ya que sigue a Bergoglio que se grabe «quién esté libre de pecado que tire la primera piedra». Y así en vez del y tú más estaríamos ya en nunca más, a la manera del cuervo de Poe no a la del chapapote, que es lo que merece España. Y que la primera del indicativo plural ni sea Podemos ni corrompemos.