Martín Prieto
Crisis cerebral en la Casa Rosada
Hace pocos días la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, inauguró un parque público y las televisoras (entre ellas alguna española) la mostraron enfundada en unas mallas hasta el ombligo que la silueteaban hasta sus Trompas de Falopio. Daba la sensación de que en la residencia de Olivos había olvidado las bombachas (bragas) y la pollera (falda), o que quería exhibir sus nuevos adelgazados y separados muslos. Empresarios carlistas quisieron implicar a Pío Baroja en el diario «El pensamiento navarro» y él emboinado socarrón meneó la cabeza: «Pensamiento y navarro: imposible». Del hematoma cerebral de doña CFK, podría decirse que cabe más lo primero, pero que lo segundo constituirá milagro. No se trata de insensibilidad periodística sino de la respuesta a la señora por su indomable persecución a la Prensa libre. Además, su incapacidad para gobernar la tiene acreditada y desde la muerte súbita del marido a dolencias como un falso cáncer de tiroides forman parte de su arsenal de armas de mujer en un país de fuerte sentimentalidad. Su agenda política es un harapo desde agosto en que tras unas primarias quedó en minoría entre los suyos. El peronismo funciona antes como movimiento que como partido y las facciones internas se descolocan entre sí aunque luego sumen sus votos. Por eso «el Pingüino» (Ernesto Kichner) llegó a presidente con sólo el 21% de sufragios propios. Las legislativas parciales de este 27 de octubre son agoreras y prevén que «la Pingüina» (porque hicieron su fortuna política y financiera entre las pingüineras de Santa Cruz) pierda su mayoría parlamentaria.
Partir la legislatura en dos es una sabia práctica americana. Los 257 diputados elegidos por cuatro años se renuevan por mitad cada dos, los 72 senadores elegidos por seis años cambian un tercio bianualmente. En Argentina el voto es obligatorio. El ex tupamaro y presidente de Uruguay, José Múgica, provocó un conflicto rioplatense comentando inadvertidamente a micrófono abierto: «Con el tuerto [el marido tenía un ojo revirado] se podía hacer política, pero ésta es terca como una mula». La mula maniobró en clave chavista propiciando una reforma constitucional que ampliara los cuatro años de mandato, pero con las Cámaras que se avecinan, la perpetuación de CFK no será posible. Si como parece su dolencia es cierta, asume la Presidencia (al menos interinamente) el vicepresidente Amado Boudou, también presidente del Senado y con corrupción cerebral diagnosticada. El gran periodista Jorge Lanata tuitea la posibilidad: «Menos mal que el Papa es argentino. Vamos a necesitar a Dios bien cerca».
A sus rejuvenecidos 60 años, aguantará al menos hasta su despedida obligada en las elecciones presidenciales de 2015, con la amargura de que ganará la elección su rival peronista, Sergio Massa, intendente (alcalde) de El Tigre, un poblado turístico de palafitos en el delta del Paraná, y no su candidato oficialista, Martín Iturralde, un obsecuente de la Casa Rosada. Massa propicia un justicialismo de centro izquierda, distante del histrionismo populista de la señora, siguiendo la máxima de Perón de que hay que poner los intermitentes a la izquierda y adelantar por la derecha. La Unión Cívica Radical (krausistas) se ha multidividido y el resto de los más de sesenta partidos nacionales se repartirán las piltrafas que deje el peronismo en su conjunto.
Los argentinos sobreviven, pero hartos de una corrupción política himalayesca. Las estadísticas oficiales tienen mucho que ver con la «Factoría Disney» y nada con la realidad, y, así, la inflación es del 5%(mejor el 25%) y la tasa de paro se fija en un increíble 8%, menor que la estadounidense, hazaña lograda consintiendo la economía sumergida. La moneda de acaparamiento es el euro (cuatro puntos más en negro) y el dólar USA, un poco menos que a la par. Pero los bancos pesifican todos los depósitos, con lo que el argentino medio no ahorra, pero gasta lo poco que consigue, activando el consumo, y en las calles los arbolitos (hombres firmes durante horas sobre las veredas) negocian las divisas. El descontento social no se manifesta con la intensidad que en España, aunque la consigna generalizada sigue siendo: «Que se vayan todos». En cualquier caso, el saqueo público y privado es tal que nuestra corrupción parece el parto de Mariquita Pérez. En los bajos de la casa de mi doctora, «Tyffianis» ha abierto sucursal, una sucursal en Buenos Aires. He podido lograr dormir sobre los sueños de Truman Capote y Audrey Hepburn y desayunar con diamantes...
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