Restringido
Cuernos o dientes
La coincidencia de dos sucesos dispares, la clausura de Lauki y las negociaciones para soterrar el tren, iluminan nuestro caos. De un lado la deslocalización de empresas, el baile de capitales, las trampas de un dinero cosmopolita que busca mejores pastos y carece de afectos; del otro la obra pública, necesaria pero faraónica, que en España arraigó hasta dejarnos las mejores infraestructuras del sistema solar y con una deuda pública a la altura.
Con la primera, Lauki, ejercemos el derecho a la melancolía y la bronca sindical, tan caduca, ante la estupefacción de unos políticos traicionados y unos curritos a los que solo resta susurrar que «todas, amigos, dan muy mal pago, y hoy mi experiencia lo puede afirmar». No entienden nuestros próceres cómo es posible que los mismos ejecutivos con los que ayer cenaban mientras les prometían cien años de prosperidad hoy desfilen al modo de Curro Romero, con el capote desmayado sobre el costillar y el entrecejo en dirección al primer vomitorio por el que evadirse. El soterramiento, entre tanto, evoca aquellas ciudades de la ciencia y aquellos aeropuertos cuánticos, ahora me ves ahora me esfumo, aquellas autopistas deficitarias y aquellas universidades y frontones a la medida de cada villorrio. Antes de la crisis intuyo que habríamos resuelto estos líos mediante el libro de cheques. Más dinero a las empresas, untadas para querernos, y más madera, es la guerra, a fin de cimentar el fuselaje opulento de unos puertos, caminos y canales que son asombro del turista y agujero negro que todo manduca. Menos mal que somos otros, vivimos en 2016 y contamos ya con ocho años a fuego lento en el pozo. Dicen que la experiencia ayuda. Cuando los problemas hay que resolverlos desde la realidad, cuando no vale acudir al bálsamo del despilfarro por cuenta ajena, cuando a base de golpes hiciste el parvulario de la miseria y te doctoraste en quebrantos, es de esperar que replicaremos con moderación y astucia. Suponiendo que algo pueda hacerse con Lauki y que la crisis que viene de China y el espectro de la deflación no obliguen a elegir entre soterrar los trenes con los dientes, a dentelladas secas y calientes, o los cuernos, tan apañados, tan funcionales..
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