Enrique López
Cuestión de justicia
Normalmente cuando se acercan unas elecciones generales se suelen hacer por parte de los partidos políticos propuestas sobre grandes temas y uno de ellos es la Justicia. Llama poderosamente la atención cómo la mayor parte de éstas se refieren a eso que se ha venido en denominar el fin de la politización de la Justicia, y casi siempre gira en torno al Consejo General del Poder Judicial y al Tribunal Constitucional y, en concreto, la forma de elección de sus miembros. Muchos coinciden en justificar estas reformas por la excesiva politización del sistema, y sobre todo, la influencia de los propios partidos políticos en dicha elección, transmitiendo a los ciudadanos una preocupación que les es absolutamente indiferente. Como casi siempre, los políticos confunden sus necesidades y apetencias con las reales necesidades de los ciudadanos, y apenas piensan en cómo mejorar nuestro sistema de Justicia para que sea de mayor calidad y sobre todo de mayor calidez, y para ello se deben tener en cuenta las necesidades de los ciudadanos, algo que brilla por su ausencia. A esto se le unen las reivindicaciones de la mayoría de las asociaciones profesionales, las cuales están lógicamente orientadas a mejorar el estatuto profesional de sus miembros, pero también en muchas ocasiones apartándose de lo que requieren de verdad los ciudadanos. Así, por ejemplo, se leen las críticas a establecer plazos en la investigación de los delitos, donde se pretexta que esto supone fomentar la impunidad, a la vez que se reclaman medios, y no se piensa en ese ciudadano que se ve sometido durante años a la presión de una investigación judicial, para terminar viendo archivado su caso, u obtener una merecida condena diferida en el tiempo que que a veces se convierte en una injusticia. Cuando se habla de reformar la Justicia siempre se comienza con cambiar las normas de elección de los altos cargos de la misma, algo que a los ciudadanos les afecta poco o más bien nada; los políticos gustan de manosear la Justicia en términos de poder y no de servicio. Por si fuera poco, cuentan con la altruista y denodada ayuda de algunos medios de comunicación, que se autoconfieren la virtuosa tarea de calificar a los jueces como progresistas o conservadores, calentando como en fútbol la mayoría de los partidos con interés mediático, colocando a aquellos jueces en complicadas situaciones ante la opinión pública al margen de lo que hagan y cuestionando su profesionalidad. Nadie piensa, por ejemplo, en cambiar la forma de heredar en España, en reforzar las garantías del crédito para fortalecer el sistema económico y ofrecer seguridad jurídica, en definitiva en medidas que hagan más eficaz la Justicia para el ciudadano, que es lo que importa realmente; no deberíamos entrar en discusiones bizantinas sobre el tema tan importante como es quién manda en la Justicia, pensado que el presidente del Tribunal Supremo tiene hilo directo con todos y cada uno de los jueces de España. En Justicia se hace bueno aquello de que todo el mundo va a lo suyo, menos yo, que voy a lo mío. Quevedo decía que donde no hay justicia es peligroso tener razón.
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